ャ ִֶָ hoseok padece de hibristofilia. ʾ
─┈ ⊹hibristofilia ;; excitación hacia
los criminales.
cuenta con epílogo y una continuación.
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Las manillas del reloj giraban tan lento como si quisieran detener ellas mismas el paso del tiempo, la televisión encendida haciendo eco en la sala mientras un mediocre sub oficial se miraba en pantalla estimando la última masacre realizada por Agust D. La radio y su sonido blanco no me calmaban en lo absoluto, me sentía nervioso.
Me siento asfixiado.
—Jóven Hoseok, ¿Está seguro de que su padre no está en su estudio? —¿Cree que no lo he buscado allí?
Ladeé la cabeza y observé la televisión, aquél manojo de periodistas prescindiendo de la inteligencia de un cuerpo policial tan poco basto como para encontrar un simple gato perdido.
Incompetentes, ¿Qué es lo que intentan decir? No saben nada sobre Agust D, ni siquiera tienen una pista, meras promesas a la sociedad no funcionará. ¿Acaso no lo saben? Él jamás será atrapado, no debe ser atrapado, algo así podría empeorarlo todo. Alguien como Agust D, él-...
—¡Joven! —Me sobresalté luego de sentir mi hombro ser sacudido de manera suave—. ¿Se encuentra bien?
Miré al doctor y asentí luego de breves segundos; un criminal sin medidas comenzaba a dificultarme las cosas.
Papá, ésto se está saliendo de mis manos.
—Señor Darwin, ¿Usted cree que Agust D deba de ser capturado?
El mayor me observó por un momento que pareció crucial, sus pupilas parecían temblar como si su respuesta fuera a determinar el tiempo de su vida.
—Jóven, yo-... —La puerta principal se abrió justo detrás del doctor, éste se tensó de inmediato.
Naturalmente una figura oscura reflejada al suelo se elevaba aún más que una simple sombra humana bajo el rayo de un sol, era inquietante.
Mi padre cerró la puerta tras de sí y sus pasos retumbaron contra el material fresco bajo sus pies, dejó su maletín de trabajo en el sofá de la sala y sacó un cigarrillo de su lustre traje negro.
Inertes en nuestros lugares, crucé miradas con el señor Darwin, éste dudó un segundo antes de hablar y finalmente aclaró su garganta logrando romper el peligroso silencio que nos amenazó sin razón alguna. ¿De qué nos cuidabamos? ¿Qué es lo que nos intimidaba tanto?
—Señor Min, esperaba su llegada —Mi padre colocó el cigarrillo en sus labios y buscó el encendedor entre sus bolsillos—. Vine como lo pidió pero no lo encontré aquí, pensé en permanecer junto a Hoseok hasta poder encontrarme con usted.
Entonces mi padre lo llamó aquí; éso era inusual, no me avisó al respecto. Él era un hombre de negocios, por lo tanto tenía aquél deber de cumplimiento por horarios y encuentros acordados sin lugar a obstáculos una vez confirmado; especialmente si era él quien los acordaba.
Sin embargo, ni siquiera volteó a verlo, no sin antes tomar su propio tiempo como de costumbre. Es lo que papá hacía, lo que disfrutaba hacer, demostrar cuánta autoridad e influencia podía ejercer sobre tí, un insignificante hombre o mujer ante su presencia.
