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La vigilo

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La vigilo. La acecho desde las sombras, la veo del brazo de Alex. Trae un jodido vestido rojo más escotado e inestable que la falla de San Andrés.

— Mi hermano querido y mi hermosa cuñada — Rodeo el hombro de Alex mirándolo con hipocresía y un gesto que diga me follo a tu mujer.

Hola Recce. — Sara se apega a Alex y me mira con burla cuando deposita un beso en su mejilla sin quitarme la mirada de encima.

Mujer del demonio.

— Hermano. Si me disculpas. — Parece buscar algo con la mirada y besa los labios de Sara — Caremlo tengo que hablar con alguien.

— Mantén la verga en tus pantalones o voy a ponerte un candado. — La escucho decirle a Alex al oído quien asiente para irse.

— Recce ¿disfrutas mi celebración? Ahora todos saben que soy la primera dama. — Se lleva la copa a sus labios y evito morder mi labio.

— ¿Es tan importante para tí? — Muevo mi vaso de Whisky con delicadeza — Simplemente puedes dejar a Alex. Pedir el divorcio por adulterio y le quitarías la mitad de todo. — Presiono.

— Seamos realistas Recce. Yo necesito a Alex hasta que recupere mi fortuna y separe mis bienes del matrimonio. — Me mira fijamente.

— Me tendrías a mi. Yo podría ayudarte.

— Las cosas no son así — niega.

— No voy a ser el otro por siempre, no seguiré siendo tu amante. — Mi lengua pica por los celos de saber que duerme con mi hermano cada noche.

Sara me mira completamente seria — Si tanto quieres estar conmigo entonces o me esperas o me olvidas. No me presiona Alex y mucho menos va a venir a hacerlo su hermano mayor celoso. Si yo lo deseo siempre vas a permanecer como segundo o tercero. Hay más hombres con los que puedo divertirme. — Se da la vuelta dejandome como imbécil.

Aprieto con fuerza el vaso hasta romperlo llamando la atención de unas personas, finjo que fue un accidente y sacudo mi mano con una gran sonrisa como siempre. Es increíble que mi buen humor se esfuma e incluso pierdo la carisma que me caracteriza cuando ardo en celos por ella.

No me reconozco. Camino al balcón para respirar aire fresco, me recargo en el barandal y miro hacia arriba encontrando a Sara.

— ¿Qué diablos? — Me quedo viendo como ríe y un idiota le coquetea de forma descarada, la sangre me hierve cuando se acerca a ella intentando besarla pero se aparta. Él le toma un mechón de su cabello para olerlo y es donde me exaspero golpeando el barandal haciéndolo sonar y asustandolos.

Me meto mezclándome entre la gente, saludando y abrazando a quien se cruza y los que me caen bien. Esquivo a mi padre quien me mira con sospecha pero lo despisto dándole una vuelta tomándolo de la mano y haciendo que abrace a mi madre.

Un destino diferente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora