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— ¿Cómo vamos a limpiar tu desastre de hombre celoso? — Hablo abriendo la cámara de su teléfono y pegando mi mejilla a la suya simulando un beso

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— ¿Cómo vamos a limpiar tu desastre de hombre celoso? — Hablo abriendo la cámara de su teléfono y pegando mi mejilla a la suya simulando un beso. — Que bella soy ¡Dios que bella! — Me tiro un beso mirando el teléfono.

— Egocéntrica. — Bufa

— Vístete, Recce. — Me giro colocando una mano en su pecho para empujarlo pego no cede.

— Me visto cuando yo quiera. — Hunde su cabeza en mi cuello y ruedo los ojos.

— No empieces de mimoso. No eres Chris así que no va a funcionar. — Palmeo su espalda.

— Me hiciste matar a alguien. Ahora tengo un trauma. — Me abraza por las caderas.

— ¡Caramelo! — Alex toca la puerta y empujo a Recce tirandolo al suelo.

— Lo siento — Susurro bajándome de un salto y ayudándolo a levantarse, me tropiezo con su ropa y caigo con él.

— ¿Sara? — Alex gira la manija y se queja por lo que agradezco que puse seguro.

— ¡Muévete! — Grito en susurro y cuando me intento levantar me toma de las caderas y me roba un beso haciéndome gemir. — Golpeo su pecho enfadada y me levanto corriendo tomando mi vestido comenzando a vestirme.

— Solo abre la puerta — Se queja Recce desde el suelo en susurro.

— ¡Tú haces una tontería así y no me vuelves a ver en tu vida! — Lo señalo gritando en susurro.

Termino y le arreglo el cabello, miro el cadáver y lo señalo mirando a Recce, mueve sus labios haciéndome rodar los ojos cuando se burla de su muerte fingiendo acuchillarlo.

Abro la puerta un poco y veo a mi esposo que me mira con el ceño fruncido. — Alex.

— ¿Hay alguien contigo? — Trata de mirar al interior y cierro un poco.

Me aguanto un chillido de dolor al sentir como Recce me pellizca la nalga, muevo mi pie hacia atrás y escucho como suelta un quejido.

Mini Daddy — Se queja en susurro.

Me aguanto la risa y salgo con mi bolso, tomando de la mano a Alex. — Una chica que le rompieron el vestido, la estaba ayudando. — Entrelazo mi mano con la suya. — Vamos por nuestro hijo ya debe haber terminado su entrenamiento. — Beso su mejilla.

— Estás rara. Luces como si... — Me mira y niega — No. Tú no serias capaz. — Se burla en susurro.

— ¿De qué?

— Follar con otra persona. — Se ríe en silencio y niega — No eres así caramelo.

— Por supuesto que no. Pero un día lo hago no tendrías que reclamar. — Nos mezclamos entre la gente.

— Si lo haces — Baila conmigo y me mira a los ojos — Te quitaria a nuestro hijo.

Mi cien se aprieta y no despego mi mirada de la suya en ningún momento. — Entonces yo te mataría. Ambos sabemos que si vamos a juicio yo puedo ganar más que tú. No olvides que tienes una fama horrible de infiel, yo tengo evidencias y testigos. — Enumero y sonrío — Así es que es mejor que hagas lo que quiero o te hundo. — Amenazo.

Sonríe con ironía para bajar su cabeza para quedarse a centímetros de mis labios. — No serias capaz.

— Pruebame — Reto.

Debora mi boca y correspondo al beso con fogosidad. Lo abrazo por el cuello y el me toma de las caderas con fuerza.

¡No podemos tener gogogo idiota!

Dios. ¡Hay gente a nuestro alrededor!

Eso a quien le importa. ¡Tienes marcas del papucho Daddy tóxico cinco mil a la cuarta potencia con una verga dura de tres velocidades!

— Alex. — Me separo y le limpio sus labios con mi dedo — Hay mucha gente presente ¿lo olvidaste? — Susurro.

— Mierda. — Suspira.

— Vamos. Quiero ver a nuestro hijo precioso y pasar tiempo con él. — Lo jalo y nos topamos con Regina.

— ¿Ya se van? — Me repasa de arriba a abajo.

Le hago lo mismo solo con mis ojos lo cual me mira completamente ofendida. — Así es abuela. — Recalco lo último. — Como sabes tenemos un hijo que cuidar y pronto será hora de su cuento. — Informo abrazando del brazo a Alex.

— Mamá. Nos retiramos — Busca con la mirada a alguien — ¿Y mi hermano y papá?

— Recce anda perdido desde hace unas horas — Regina me mira fijamente — Y tu abuelo está despidiéndose. — Ahora mira a Alex.

— ¿Por qué no vas a despedirte de él? — Suelto la mano de Alex quien asiente y se va.

— Desde cuando. — Regina me toma del brazo con fuerza.

— Sueltame. — Borro mi sonrisa y la miro a los ojos. — Ahora.

— No eres quien para darme órdenes.

— Soy la esposa de su hijo, madre de su nieto y primera dama. — Sostengo su mano para quitar los dedos de ahí lo cual cede con delicadeza. — Solo eso.

— Ahora contéstame. ¿Desde cuanto eres la amante de Recce? — Me mira desafiante.

Mi sonrisa de burla aparece y asiento con ironía. — No sé de qué me habla. — Maldición Recce. — Seguro se le subió la Champaña.

— No me tomes por tonta Sara. Alex puede quitarte a Christopher y nosotros también si se entera o más bien se enterará.

— Escuchame bien Regina. — Me acerco — Tu tiempo se acabó. A mi no me vas a venir a amenazar Alex es tu hijo no tu marido y ya no es un niño para que lo andes mandando y mucho menos Recce. — La abrazo de la cintura acercandola a mi formando una sonrisa para las personas — Así que. Si no quieres perder a tus dos hijos como perdiste a Thomas es mejor que tengas la boca cerrada. — Juego con su mano fingiendo admirar sus uñas.

— ¡Tú...!

— Tus hijos están en la palma de mi mano hace tiempo. — Giro su mano — Ambas sabemos que si me demandan yo gano por las constantes infidelidades de Alex y Recce va a testificar a mi favor. — La suelto.

Ella me mira en silencio y me escanea con enfado, bufa mirando a otro lado por lo que me río cubriendo mi boca de forma delicada y disimulada.

— Querida madre — Beso su mejilla y se aparta — Es hora de que la primera dama y el ministro se retiren. — Alzo la voz cuando Alex me toma de la cintura.

— Madre — Se despide Alex.

— Hijo. — Asiente y le sonríe.

Le pasamos por el lado y ambas borramos nuestra sonrisa al vernos nuevamente.

¡Todo esto es culpa de Recce por su indiscreción y celos!

¡Todo esto es culpa de Recce por su indiscreción y celos!

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