Scars || Rivari

Capítulo 8

Su cuerpo entero hervía en coraje. No sabía qué pasaba, sólo sabía que no le gustaba que Samantha estuviese con aquella pelirrosa. Odiaba aún más la razón por la que se sentía así, porque, en el fondo, sabía por qué lo hacía, simplemente no lo aceptaría. La mesa, al igual que los chicas a las que estaba observando, estaba llena de risas. Chasqueó sus dedos, llamando la atención de sus acompañantes.

–¿En qué momento nos convertimos en perros? –cuestionó Alondra.

–Wow, Ari, estás tan roja que, si estuvieras un poco más fea, podrías ser el diablo en persona. –bromeó Félix.

–¿Y los cuernos? –preguntó la otra castaña. Félix llevó su mirada hasta donde Abril la tenía puesta.

–Creo que la respuesta está ante sus ojos. –contestó, riendo aún más fuerte. La castaña, molesta, rodó sus ojos.

–Cierren la boca, par de idiotas. –dijo, molesta. Félix seguía riendo a carcajadas. Alondra levantó ambas cejas.

–Mira, a mí me puedes decir lo que quieras, pero a mi hombre ni lo menciones. –dijo, abrazando a Félix del cuello.

–Alo, no soy tu ho...

–Lo serás, cállate. –se apresuró a decir, sonriéndole.

Abril aún no entendía la relación que había entre Félix y Alondra, apenas llevaban un día de conocerse y parecían llevarse demasiado bien. Pero, de todas formas, ¿quién era ella para juzgar? No había pasado ni media semana que había conocido a Samantha y en un minuto la amaba, y en otro, simplemente quería huir de ella. En otros simplemente quería aislarla de cualquier otra mujer que no fuese ella. Justo como en ese momento.

–Bueno, sí, ¿van a ir a pedir o qué van a desayunar? Yo pienso ir a pedir ya. –dijo, sin perder de vista a la rubia.

–Yo me voy a desayunar a Félix.

–¡¡Alo!! –gritó Félix avergonzado.

–No sé qué voy a hacer con ustedes, de verdad –confesó Abril, llevándose una mano a la cara–. Ahora vuelvo, iré a pedir mi desayuno. Si se van a comer, espero que sea en otra parte.

Salió de la mesa, dirigiéndose al mismo lugar en el que estaba la rubia. Bastó verla con la pelirrosa para sentir ira de nuevo, odiaba que ese tipo de cosas la llenaran de euforia lo suficiente para dejar de un lado todos sus miedos exclusivamente para proteger a Samantha de cualquier otra persona. Al acercarse, otras dos personas se interpusieron entre ella y Samantha, siendo una de ellas su mejor amiga, Rocio.

–Hola, ¿qué tal? Soy tu mejor amiga a la que le hablas cuando necesitas, pero dejas plantada porque te conseguiste otra amiga. –dijo Rocio, sonriéndole.

–Lo siento, Chio. –dijo Abril, observando a Samantha.

–No te perdonaré tan fácil. –dijo, jugando– ¿Quieres decirme qué está pasando? –musitó.

–NI yo sé qué está pasando, Rocio. –le contestó en el mismo volumen.

–¿Qué tanto miras? –dijo, volteándose– Oh. ¿Tienes celos, Ari? –rio.

–¿Te quieres morir? –preguntó seria. Rocio rio bajo.

–Voy a tomar eso como un sí. Bueno, ¿te sientas conmigo hoy o ya no soy lo suficiente para ti?

–No eres lo suficiente. Ya tengo mesa, gracias. –contestó, guiñándole un ojo.

–Idiota, ¿con quién me estás engañando? –preguntó en tono de sufrimiento.

–Puedes sentarte con nosotros, si quieres. Espera, ¿por qué no estás limpiándole la garganta a Alexa? –preguntó riendo. Rocio se agachó para pegar su cabeza con la de la mayor.