8 años antes...
El día que Maliah Hill me encontró en el pasillo y me pregunto si quería ir con ella al baile de graduación, me sorprendió.
Maliah era una chica bastante común, con cabello castaño de un tono común y ojos oscuros comunes y corrientes, nada en ella resaltaba. Ni su cabello cortó a los hombros o su figura que no tenía nada de extraordinario, y era perfecta.
— Te ves muy linda esta noche. —dije, cuando la había visto deslizarse en un vestido rosa pálido brillante. A su lado, su padre prácticamente había gruñido.
— Muchas gracias. —respondió, ignorando a su padre.
Le entregue el pequeño ramo que había comprado para ella en forma de corsage como lo dictaba la tradición de nuestro instituto. Pero en vez de tomarlo, ella estiro su mano para que se lo colocara en la muñeca. Hice un rápido trabajo en colocarlo y cuando su madre nos tomó una foto, por fin nos dirigimos al baile.
Cuando llegamos al gimnasio, este estaba decorado con globos azules y plateados, con las luces bajas y las personas arremolinándose a través de la pista de baile y algunas en la mesa de bebidas.
— ¿Quieres beber algo? —le pregunte a Maliah.
— No por ahora. ¿Quieres bailar?
— Supongo. —dije encogiéndome de hombros.
Mientras conducía de camino hacia acá, Maliah había dejado claro que no esperara nada más de ella esta noche y yo había sonreído, aceptando sus condiciones. Sabía desde el principio que no pasaría nada entre nosotros y esa había sido exactamente la razón por qué había aceptado su invitación al baile.
Maliah era una de las mejores estudiantes de nuestra generación, y solo estaba buscando un acompañante trofeo para esta noche y yo estaba más que dispuesto a ser ese tipo.
Habíamos bailado por un largo tiempo, cuando por fin nos acercamos a la mesa de las bebidas. Cuando levante mi mirada, se cruzó con unos ojos verdes que conocía tan bien.
— ¿Cuánto tiempo llevas en este lugar y porque no te he visto? —dije, deslizando un brazo a través de sus hombros.
— Alaida ha pasado horas en la sala de fotos, probando diferentes poses con sus amigas. —dijo sin convicción. Alaida era la hija del matrimonio de uno de los restaurantes más importantes del pueblo, mi madre había trabajado ahí por un tiempo.
— Mmmm... —dije, como única respuesta.
A nuestro costado, el sonido comenzó a zumbar y nos giramos para ver el escenario. Nuestra profesora, la señora Smith se inclinaba contra el micrófono.
— Buenas noches, chicos. ¿Cómo se la están pasando? —pregunto. Los aullidos de júbilo se hacían presentes alrededor del gimnasio y eso la hizo sonreír. — Me alegra que se la estén pasando tan bien. ¿Qué les parece si nombramos al rey y la reina del baile? —la sala exploto en vítores enormes, impidiendo a nuestra profesora volver a tomar el mando de la sala hasta después de muchos gritos. — Parecen muy entusiasmados. Muy bien, denle un fuerte aplauso a... ¡Amaya Nelson y Morgan Walker, nuestros reyes del baile!
A mi lado, el color de Morgan desapareció y por un momento temí que se desmayara, justo antes de empujarlo en la espalda con una mano para incitarlo a subir.
No sabía porque estaba sorprendido en lo absoluto, él era prácticamente de la maldita realeza de Bunkport. Todos sabíamos que sus padres manejaban prácticamente el comercio de la zona, con sus plantíos de manzanas, donde les daban trabajo a las personas del pueblo en cada temporada de cosecha. Morgan y yo habíamos trabajado muchas horas en eso a lo largo de nuestra vida, también eran dueños de grandes extensiones de tierra y muchas cabezas de ganado, además que poseían embarcaciones pesqueras y turísticas y también gran parte de los locales del centro. Ellos movían la economía del pueblo.
En el momento en que Morgan y Amaya subieron a reclamar sus coronas, el público grito su acuerdo, como los amables súbditos que habían votado por ellos. Bueno... tal vez yo había deslizado algunos varios papeles a la urna con el nombre de Morgan cuando nadie estaba prestando atención, pero él se lo merecía más que nadie en este lugar.
— ¿Quieren decir algunas palabras? —dijo la señora Smith, una vez que había coronado a nuestros reyes. Rápidamente Amaya había cogido el micrófono y había comenzado a contar esa historia de cómo ella había soñado con este momento desde que era pequeña, y en cómo estaba agradecida de que los presentes habían logrado hacer esto posible y comenzó a agradecer por cada cosa que la había llevado a este momento, hasta que la señora Smith parecía notablemente molesta por su incesante parloteo. — Muy bien, gracias Amaya. Morgan, ¿quieres decir algo?
Inclinándose al micrófono, Morgan dijo un simple:
— Gracias. —y después bajo a toda prisa del escenario.
— Esta es su noche, chicos. ¡Diviértanse! —dijo la señora Smith a la multitud, pero yo ya no estaba prestando atención.
En cambio, estaba concentrado en Morgan. Lo seguí con mi mirada hasta que lo vi salir del gimnasio y fui detrás de él rápidamente a través de los pasillos de nuestra escuela hasta que lo encontré en el baño.
— ¿Estas bien? —dije tan pronto como empuje la puerta del baño.
— Sí, —respondió Morgan, abriendo el lavabo y lavándose la cara.
— ¿Estás seguro? —pregunte con escepticismo.
— Sí, es solo... ya sabes no me gusta ser el centro de atención.
— Te merecías esa corona. —dije, golpeando con un dedo el metal en su cabeza.
— Es estúpida. —dijo, quitándosela de la cabeza y dejándola en uno de los lavamanos.
— ¿Quieres salir de aquí?
— ¿Del baño? —pregunto Morgan, me reí.
— No idiota, del baile. Vamos a otro lugar.
— ¿A dónde?
Me encogí de hombros, tomando la corona y girándola en mi muñeca con movimientos circulares como si fuera un hula hula.
— No lo sé, a donde sea lejos de aquí. ¿A la playa?
— ¿Y tú cita?
— ¿Maliah? Estará bien, solo soy su cita trofeo. ¿Qué hay de tu cita?
— Supongo que también soy una cita trofeo. —dijo encogiéndose de hombros.
— Bien entonces vámonos, vayamos a Jacobsen por unas hamburguesas.
— Creí que iríamos a la playa. —murmuro frunciendo el ceño.
— Iremos, solo que primero haremos una parada en Jacobsen.
— Bien.
— El rey paga, por cierto.
Más tarde, me lamentaría de esa estúpida idea. Pero no lo sabría, hasta que fuera demasiado tarde.
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AURORA [Historia Corta]
RomanceLa primera vez que vi a Miles Watson fue cuando teníamos cuatro años y creí que era un ángel. Con su cabello rubio y brillantes ojos azules, con su piel dorada y fina, parecía uno de esos muñecos que mi abuela solía guardar en una vitrina, los que t...