8 años antes...
Aquel verano antes de ir a la universidad estuve realmente ocupado. Había muchas cosas de las que ocuparme, y estaba convencido que si Morgan hubiera estado conmigo las habría hecho en la mitad de tiempo, pero él no estuvo ahí. Y me llevo mucho tiempo poner todas las cosas en orden antes de dirigirme a su casa aquella tarde.
Tocando la puerta de la casa de los Walker, la figura de Alice fue quien me recibió aquel día. Tenían sirvientes para hacer esto, pero Alice era una bola de energía andante, quien usualmente recibía a las personas en la puerta. Esta vez no fue la excepción.
Salto a mis brazos tan pronto como me vio.
— ¡Miles! —dijo con entusiasmo, arrojando sus brazos sobre mis hombros y apretando fuertemente.
— Alice, me estas asfixiando. —dije, fingiendo que me faltaba el aire. Si ella apretaba un poco más, estaba seguro que eso sucedería.
— Cuando te vayas a la universidad y tengas nuevos amigos, ¿no vas a olvidarnos a Morgan y a mí, verdad? —murmuro, separándose de mí. Emboce una sonrisa, que cayó rápidamente al ver las lágrimas cayendo por sus ojos.
— Alice, ¿Qué sucede? —pregunte, asustado.
— Promételo, Miles. Prométeme que no te olvidaras de nosotros nunca.
Como si eso pudiera suceder algún día. Llevaba a los Walker grabados a hierro hirviendo en mi piel, una marca permanente en mí. Nunca podría olvidarlos ni aunque me diera un golpe en la cabeza y olvidara todo. Ellos estarían ahí, siempre presentes.
— No me voy a olvidar de ustedes nunca, ¿de acuerdo? Seremos amigos. Siempre.
— ¿Aunque no estés aquí?
— Aunque no esté aquí. Eso no quiere decir que te olvide, eres como mi hermanita.
— ¿Aunque seas profesional y ganes muchos juegos en la NFL?
— Aunque eso suceda. —prometí.
— Deja de asfixiar al muchacho, Alice. —dijo Cary.
A lo largo de los años, ella había sido tanto su abuela, como mía. La había aprendido a querer tanto como si fuera mi sangre. Así había pasado con todos los Walker, que me habían ofrecido las puertas abiertas de su hogar, con los brazos extendidos como la familia cariñosa que eran y yo me había aferrado a ellos como las raíces de los árboles que se enlazan por debajo de la tierra, duras e implacables, que no pueden ser arrancadas excepto con fuerza absoluta.
— No habías venido por aquí, Miles. ¿Tu partida a la universidad te ha mantenido ocupado? —pregunto, dándome un fuerte abrazo. Su perfume de frutos rojos lleno mis fosas nasales y sonreí ante sus cálidos brazos, siempre me había gustado su aroma. Olía a los pays que le gustaba hornear y los cuales a nosotros nos encantaban devorar.
Ella era una mujer aventurera, quien había estado viajando por diferentes lugares del país justo antes de aterrizar en Bunkport, donde había conocido al abuelo de Morgan en una de las cafeterías del pueblo. Había sido amor a primera vista, nos había dicho ella una tarde mientras le ayudábamos a preparar galletas de chispas de chocolate. Recuerdo ese día, porque Morgan había faltado al día siguiente a la escuela, cuando fui a su casa a verlo y pregunte porque estaba enfermo, su abuela había dicho;
"Eso es porque comió más masa cruda que galletas, cariño."
— Si, son más cosas que arreglar de las que pensé realmente. —respondí finalmente, saliendo de su abrazo.
— ¿Cuándo te vas?
— Mañana por la noche. —Informe. Cary dio un respingo.
— ¡Y cuando pensabas decírnoslo! —se quejó, golpeando mi brazo. — Ahora apenas tengo tiempo de ponerme a cocinar, cenaras aquí esta noche. —dijo en ese tono autoritario en que nos ordenaba que nos laváramos las manos antes de comer.
— ¿Esta Morgan en casa? —pregunte, temiendo y a la vez necesitando que estuviera ahí. Necesitaba hablar con él y limpiar el aire antes de irme a Michigan.
— Sí, está arriba. ¡Voy contigo! —dijo Alice, pero su abuela la tomo del hombro para detenerla.
— No, Alice. Ven conmigo a la cocina, necesitare ayuda. —le dijo, apartándola de la entrada principal y arrastrándola a la cocina con ella.
Cuando recordaba ese día, muchos años después. Me pregunte si Cary sabía que Morgan y yo necesitábamos un tiempo a solas, o si solo fue esa intuición que poseen las mujeres para deducirlo todo.
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AURORA [Historia Corta]
RomanceLa primera vez que vi a Miles Watson fue cuando teníamos cuatro años y creí que era un ángel. Con su cabello rubio y brillantes ojos azules, con su piel dorada y fina, parecía uno de esos muñecos que mi abuela solía guardar en una vitrina, los que t...