4 años antes...
Miles regreso a Bunkport la navidad de aquel año, y luego el verano del próximo y nuevamente en navidad. Y cada vez que estaba en Bunkport, estaba en mis brazos. Dormía en mi cama y despertaba envuelto alrededor de mí.
Y por breves momentos, yo era feliz.
Por mi propia cordura había dejado de preguntar por su novia, porque no podía soportar el pensamiento de compartirlo con nadie más; pero aquel verano la vida me daría una lección.
Aquel domingo, estaba en una nueva tienda que habían abierto en el pueblo. Estaba consiguiendo alimentos veganos, porque Alice había cambiado su alimentación y se negaba a comer la comida común.
Mi abuela decía que era una etapa, pero una adolescente malhumorada que te mira con aversión mientras comes carne no era mi forma preferida de pasar el domingo. Y si quería ganar unos puntos extra con ella, tendría que recompensarla. Por eso la había traído aquí.
— Morgan, ¿puedo llevar también esto? —pregunto Alice, al otro lado de la tienda. Sostenía barras de chocolate en todas sus presentaciones.
— ¿Comerás todo eso o solo quieres comprarlas porque estas emocionada de venir aquí? —cuestione. Ella pareció pensárselo un segundo antes de encogerse de hombros.
— ¿Qué más da? Tu estas pagando. —dijo, agregando los chocolates a la cesta que sostenía.
Con un suspiro, acepte mi derrota y me moví al otro lado de la tienda donde había un recetario vegano. Bien podría comprarlo y llevárselo a la abuela para que se diera una idea de que es lo que Alice quería comer, y así podría dejar de regañarla diciendo que parecía un conejo comiendo toda esa lechuga.
— Oye, ¿ese no es Miles? —escuche la voz emocionada de Alice detrás de mí. — ¡Ay por Dios, si es! —dijo y me gire justo a tiempo para ver a mi hermana saliendo de la tienda corriendo, y cruzar la calle sin fijarse a los malditos lados, para después saltar directamente a los brazos de Miles en un abrazo de oso gigante.
Miles solo tardo un segundo en reponerse de su sorpresa inicial y después la sostuvo en brazos y dio varias vueltas con ella. Sonreí al ver la escena, pero cuando él la deposito nuevamente en la acera, la vi.
Solo la había visto una vez, y había sido en una foto no más de cinco segundos. Pero la recordaba. Porque recordaba el rostro de la mujer que tenía derecho frente al mundo de decir que Miles, mi Miles le pertenecía. Y yo la odiaba irracionalmente.
Deje la cesta en la pequeña tienda y cruce la acera para reunirme con ellos. Alice parloteaba sin parar.
— ¡Tienen que venir!
— No creo que sea una buena idea, Alice. —decía Miles. Su tono era apagado.
— Morgan, diles que pueden venir a la barbacoa de los domingos. —anuncio Alice, girándose contra mí.
— Hola. —dije, obligando a mis labios a que se torcieran en una sonrisa que no sentía. Miles lo noto, porque sus ojos se endurecieron en las esquinas, pero no dijo nada. Fue Alice quien hizo las presentaciones.
— Ella es Samirah, la novia de Miles. —declaro con entusiasmo. — Es muy bonita, ¿verdad?
Samirah me dio una sonrisa apenada cuando extendió su mano para sostenerla con la mía.
— Soy Morgan, disculpa a mi hermana. No tiene filtros.
— Samirah. Puedes llamarme Sami. —enuncio. Pero no había forma de que yo la llamara así. No quería siquiera pronunciar su nombre, había vivido en negación por mucho tiempo, pero finalmente la realidad se estrellaba contra mí de la peor forma posible. — Miles me ha hablado mucho sobre ti. Tenía muchas ganas de conocerte.
— ¿Y bien? ¡Vengan con nosotros! —ordeno Alice, tirando de la mano de Miles con rumbo a la Toyota Venza.
— Alice, no hemos comprado tus cosas. —anuncie, esperando llamar su atención, pero ella ni siquiera volteo cuando dijo;
— Vendremos otro día.
Con una sonrisa tensa, extendí mi mano para que Samirah se adelantara, porque necesitaba tomar un respiro muy necesario. De repente todas mis malditas pesadillas se estaban haciendo realidad.
Y cuando llegamos a casa de mis padres, las cosas no mejoraron, sino que fueron peor. Todo el mundo la amaba desde un principio y lo único que yo quería era salir de ese maldito lugar a como diera lugar.
Sentía los ojos de Miles en mí en todo momento, pero había trabajado toda la tarde como un loco para que nuestras miradas no se cruzaran y había luchado nuevamente para evitar a toda costa quedarme a solas con él.
No quería escuchar sus explicaciones vacías. No había nada que decir, la chica que se reía junto a mi hermana era la prueba irrefutable de que lo que sea que él tuviera que decir, no tenía relevancia.
— Que bonito pintas. —escuche la voz de Alice, pero era como si estuviera escuchando todo bajo el agua. — Mira abuela, mira los cuadros de Sami.
— Que bonitos. —dijo mi abuela sosteniendo el celular.
— ¿Siempre pintas paisajes?
— No, pinto de todo en realidad. Me dejo guiar por mis sentimientos, y recuerdos. Muchas veces la mayoría de ellos no tienen ninguna forma. —escuche su voz apenada. Como si tuviera que estar apenada por algo. Era perfecta, mi familia la amaba y mucho peor, Miles la amaba.
— Deberías ver los paisajes de Bunkport. —sugirió Alice. — Quizás puedas inspirarte para nuevas pinturas.
— Esa es una buena idea. —respondió Samirah con una sonrisa.
Creí que conocía a Miles Watson.
Muchas veces creí que lo conocía mejor que a mí mismo. Pero aquel verano, me di cuenta que no lo hacía.
Un tiempo después me daría cuenta que sus ojos azules me habían mentido a la cara tantas veces, y eso sería solo el principio de la mentira que nos destruiría.
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AURORA [Historia Corta]
RomanceLa primera vez que vi a Miles Watson fue cuando teníamos cuatro años y creí que era un ángel. Con su cabello rubio y brillantes ojos azules, con su piel dorada y fina, parecía uno de esos muñecos que mi abuela solía guardar en una vitrina, los que t...