Hace frio.
Nueva York es jodidamente frio. Pero la palma del hombre que me sostiene es cálida. Y lo dejo que me guie a través de las calles, hasta que nos adentramos en un edificio. El cartel afuera anuncia; MYSTISK VERDEN. Lo que sea que eso signifique.
En el momento en que pasamos a la recepción, Miles le entrega una tarjeta a la amable recepcionista quien asiente con una sonrisa y le indica que puede entrar.
Cuando él abre la puerta polarizada, me doy cuenta a donde me ha traído. Es una galería de arte. Hay cuadros por todas partes colgando en las paredes y luces en cada uno de ellos, la sala esta vacía y a excepción de dos únicas personas dentro de la sala.
Uno lleva un traje negro y una tableta en la mano, la figura delgada a su lado, lleva un traje a tres piezas color granate. Su saco esta desabrochado y tiene una mano en la cadera mientras asiente, su cabello castaño cae por un lado de su cara, contrario al lugar donde se inclina para ver la tableta del hombre. La piel de su abdomen es visible gracias al top.
Cuando se percata del movimiento en la puerta una vez que llegamos, levanta su mirada de la tableta y nos mira. Entonces su rostro se divide en una sonrisa.
Tan pronto como Samirah se acerca, se cubre la nariz y la boca con las manos en un gesto de sorpresa.
— ¡Oh por Dios, realmente están juntos! —chilla y se tira a los brazos de Miles.
— Te dije que te sorprendería. —Miles responde con una sonrisa.
— ¡Y lo has hecho! ¡Morgan es tan bueno verte de nuevo! —dice con la misma alegría, echando sus brazos sobre mí. — Estoy tan contenta de que estén aquí.
— Gracias. —digo con torpeza, buscando una manera amable de salir de su agarre. Para mi fortuna el hombre de lentes la llama.
— Samirah, ¿puedes venir un momento?
— Vuelvo enseguida chicos. Aún es temprano, así que disfruten ahora que tienen el sitio para ustedes solos.
Y eso hacemos. Caminamos a través de la galería, mientras Miles sostiene mi mano. Lo observo bajo las luces de la habitación que hacen que su cabello rubio se vea brillante, prístino. Como si estuviera hecho por finos hilos de oro. Y su piel tan suave y tersa, como la porcelana más fina.
Me siento como aquella vez que lo vi por primera vez y creí que era un ángel. Aun podría seguirlo creyendo, las cosas que me hace en el dormitorio no son menos que celestiales.
Aparto mi mirada de él, junto con mis pensamientos indebidos y lo llevo a la siguiente habitación, y en cuanto miro la pintura, mis pies me llevan directamente a ella, porque no hay forma de que sea lo que yo creo.
Hay un enorme cuadro, probablemente de dos metros por uno y medio. Es un amanecer en una playa, y yo reconocería esa playa donde sea. Reconocería el amanecer de Bunkport cualquier día. Paso por ahí cada mañana antes de que se alce el alba. Algunas veces me detengo solo para ver los primeros rayos del sol besar las olas. Y todas esas fotos que he tomado con mi celular nunca le han hecho justicia a tal paisaje, pero este cuadro lo hace. Los tonos suaves de rosa, azul y violeta se mesclan y son tan dulces que casi podría compararlos con el algodón de azúcar en las ferias. Ese que se derrite rápidamente en tu boca y prevalece el sabor dulce en tu lengua. Así son los amaneceres en Bunkport.
— ¿Les gusta?
— Es la playa de Bunkport. —respondo con incredulidad. A mi lado Samirah sonríe.
— Así es. Pinte este cuadro después de aquella navidad. Miles estaba desecho, y yo también lo estaba. —dice, clavando sus ojos azules en los míos. — Había sido mía la idea de que fingiéramos ser novios. Si no fuera por mí, ustedes dos habrían estado juntos desde hace mucho. —sus ojos se llenan de lágrimas mientras me mira a los ojos. — Lamento mucho el haberte hecho daño.
Siento mis ojos arder antes de darme cuenta.
He pasado tantos años odiando a esta pobre chica, que lo único que hizo fue proteger a Miles a su manera. Y eran mis celos los que la convertían en la villana de esta historia, pero ella nunca lo fue.
— Lo siento. Fui un idiota contigo, aquella vez. —digo, tropezando con mis palabras.
— Está bien, cariño. —dice, Miles abrazándome y dándome un momento muy necesario para recomponerme. Entonces señala la pintura y le sonríe a Sami— Es mía.
— No. —Dice ella inamovible— Aurora es el centro de mi exposición, no tomaras esta pintura ahora, Miles Watson. —recrimina ella.
— Puedes dejarla aquí el tiempo que la necesites para tu exposición, siempre y cuando sea mía. ¿Te prometí que sería yo quien compraría tu primera pintura cuando consiguieras una exposición en Nueva York, no es así? Por eso hemos llegado temprano. —dice con una sonrisa.
— De acuerdo. —dice ella con una suave sonrisa. — Iré a decirle a Josh que saque a Aurora del catálogo. Disfruten la exposición, chicos.
Entonces se aleja y nos deja solos frente a nuestra nueva adquisición.
Nos movemos a través de las habitaciones de la galería mientras esta comienza a llenarse poco a poco, y mientras observamos el arte disperso en cada cuadro que salpica el lugar, noto un hecho en particular;
Nada es más hermoso que el hombre a mi lado.
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AURORA [Historia Corta]
Storie d'amoreLa primera vez que vi a Miles Watson fue cuando teníamos cuatro años y creí que era un ángel. Con su cabello rubio y brillantes ojos azules, con su piel dorada y fina, parecía uno de esos muñecos que mi abuela solía guardar en una vitrina, los que t...