III

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Lando

Era mi día libre. Había planeado pasarlo con mis hijos, pero debido a los recientes acontecimientos, tendría que entrevistar niñeras todo el día. Yo no comprendía muy bien el problema. Mis hijos eran niños bien portados, al menos mejores que lo que yo fui.

Luisinha era un poco tímida con los extraños, pero generalmente era una dulzura, incluso había aceptado que la llamaran Luisa para facilitarle la vida a los demás que no podían pronunciar su nombre correctamente. Algo de lo que la familia se aprovechó para que ningún desconocido supiera su nombre real.

Maximilian, mi Max, era un poco más difícil. Él era muy protector conmigo y con Luisinha, por lo que no le agradaba mucho que cualquier otra persona formara parte de nuestra familia. Las únicas niñeras que aprobaba eran lo suficientemente mayores como para ser su abuela. Ni siquiera los hombres se salvaban de que mi hijo los juzgara.

Decidí que ambos podían ayudarme a escoger su siguiente niñera. Tal vez de esa manera Max no haría que se fueran tan rápido. Dejarlos con una novia ya no era una opción. No podía creer que estuviera tan ciego sobre Randi. Debí haber confiado en Jules cuando dijo que era una perra, pero yo lo atribuí a las hormonas del embarazo.

Estaba de pie en la cocina lavando los platos del almuerzo, cuando mi teléfono sonó. Sonreí cuando vi el identificador de llamadas. Oscar. Esto iba a ser interesante.


-¿Hola? - Respondí con suavidad.

-¿Lando? - No era Oscar.

-¿Arthur? ¿Qué va mal? - Parecía asustado.

-Estábamos construyendo la casa del árbol. Él me dijo que no jugara con la pistola, pero no hice caso. Se veía tan genial. Yo no tenía intención de dispararle. Papá no es nada bueno con la sangre, así que se desmayó. No sé qué hacer. Bajé la pistola de clavos, pero yo...

-Cálmate amigo. Estoy en mi camino - Pobre chico. Para ser honestos, yo también estaba un poco preocupado. Ese chico loco estaba empezando a agradarme - ¡Max! ¡Luisinha! ¡Pónganse los zapatos; tenemos que salir! - Oyendo la urgencia en mi voz llegaron corriendo.

-¿Qué pasa, papá? - Me preguntó Max.

-Oscar tuvo un pequeño accidente, así que vamos a ayudarlo - Agarré mis llaves - Vámonos.


Max le puso el cinturón a Luisinha en cuanto salimos del garaje.


-Papá, ¿Oscar va a estar bien?

-Estoy seguro de que así será - Gracias a mis años en la construcción, mi propio padre me enseñó los cuidados para este tipo de lesiones. Afirmó que, con Carlos y Daniel como parte de la constructora, necesitaríamos estar preparados para cualquier cosa.


Cuando me detuve en casa de Oscar, Arthur corrió hasta el coche a mi encuentro. Tenía lágrimas en los ojos.


-Papá no ha despertado. Tengo miedo. No era mi intención hacerle daño - Tomé el kit de primeros auxilios de la camioneta antes de arrodillarme delante de él y ponerle una mano en el hombro.

-Voy a cuidar de él. Te prometo que estará bien - Él asintió con la cabeza, pero seguía preocupado - ¿Podrías hacerme un favor y llevar a Max y a Luisinha a tu habitación? A Luisa tampoco le gusta la sangre.

-D-de acuerdo - Asintió con la cabeza para luego sonreírle tristemente a mis hijos y les indicó que lo siguieran. Escuché que Max le decía que estaría bien, que yo arreglaría todo.

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