XIX

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Lando

Logan le estuvo echando el mal de ojo a Oscar por el resto de la tarde. Obviamente, su odio hacia los ratones iba más al extremo de lo que me había imaginado. Oscar todavía no me había delatado como su cómplice, pero me tenía aguantando la respiración. De cualquier forma, cuidaría mis espaldas.

Después de que todos se fueron, Oscar quería tener algunas cosas hechas en su casa antes de venir. Max y Luisinha quisieron quedarse con él, así que me imaginé que estaría solo por un rato. No me esperaba que Arthur quisiera venir conmigo. Por supuesto, Oscar dijo que estaba bien, y definitivamente no me importaba, así que los dos nos dirigimos a mi casa.


-Tu papá me dijo que ustedes platicaron hace un rato... acerca de tu padre biológico - Desee que Oscar me hubiera dicho de lo que hablaron hace rato. Esto me ponía nervioso. Arthur arrugó su nariz.

-Él no es mi papá. Él no me quiso - Su voz era triste, pero se encogió de hombros como si no fuese la gran cosa. Aparqué el coche a un lado inmediatamente.

-Hey - Dije suavemente, atrayendo su mirada hacia mí - Él no te conoció. Si lo hubiera hecho, no habría manera de que él hubiera podido apartarse. A mi entender y parecer, él se lo pierde y yo me lo gano.

-¿Tú quieres ser mi papá? - Preguntó, como si no pudiera creérselo.

-Si puedo hablar con tu papá sobre ello - Contesté - ¿Eso está bien para ti? - Sus ojos se iluminaron.

-¡Sí! - Entonces empezó a divagar emocionadísimo - ¿Podemos ir a pescar? Papá intentó llevarme, pero él atrapó una anguila y brincó fuera del bote. Pa dijo que asustó a todos los peces. Fue divertido - Solté una risita.

-Estaré feliz de llevarte a pescar, pero por ahora lo mejor será que lleguemos a casa antes de que tu papá esté ahí. Pensará que te secuestré.

-¿Puedo conducir? - Preguntó.

-Pregúntame de nuevo cuando puedas alcanzar los pedales - Me comprometí. Arthur sonrió.

-Tenía que preguntar. Papá hubiera dicho que no.


Si era lo suficientemente afortunado para ser su padre, sabía que me iba a mantener con pies de plomo. El chico era demasiado listo para su propio bien, pero no lo habría querido de otra forma.

Llegamos antes que Oscar, así que Arthur tuvo la idea de que deberíamos hornear algo para cuando ellos llegaran. Afortunadamente, tenía una de esas mezclas de galletas de chocolate listas para hornear en la nevera. El producto final nos hizo parecer como chefs gourmet. Mientras Oscar no encontrara el papel de envoltura, no notaría la diferencia.


-Cariño, estamos en casa - Canturreó Maximilian mientras caminaban dentro de la casa. Oscar estaba sosteniendo a Luisinha, quien inhaló profundamente.

-Huelo galletas - Sonreí y besé a mis dos bebés.

-Arthur y yo hemos estado esclavizándonos en la cocina toda la noche para hacerles estas a ustedes, chicos.

-¿En serio? - Dijo Oscar - Yo uso las que son listas para hornear - Bueno, mierda. Suspiré.

-Nosotros también - Sonrió.

-¿Así que esclavizándose? ¿Qué? ¿No pudieron abrir el empaque?

-Yo hice esa parte - Dijo Arthur orgullosamente.


Nos sentamos alrededor de la mesa, comiendo galletas y bebiendo leche. Los chicos nos estuvieron contando todo sobre su estadía con Checo y Max. Éramos una maldita familia adorable. Eventualmente, enviamos a los chicos a lavarse y a la cama. Arrojé a Oscar sobre mi hombro, al estilo de hombre de las cavernas, y me dirigí a mi cuarto. Él, por supuesto, se quejó todo el camino.

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