XIII

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Lando

El sonido constante del timbre me sacó de la cama. Traté de no tropezar con nada mientras iba a ver quién era la cruel persona que me estaba despertando tan jodidamente temprano. Cuando abrí la puerta, tuve que parpadear un par de veces para asegurarme de que mis ojos no estaban haciendo jugarretas conmigo.


-Ya era hora - Dijo Jules. Caminó, pasándome de largo hacia la casa y subió las escaleras.

-¡Hola, Lando! - Miré hacia abajo y ahí estaba Arthur. Tal vez seguía dormido después de todo, porque ¿Qué estaría haciendo él con Jules?

-Hey, chico - Le contesté adormilado.

-Él me despertó también - Dijo con simpatía. Lo tomé por los hombros y lo llevé hacia adentro.

-¿Te gustaría algo de comer o de tomar? - Pregunté.

-No, gracias - Contestó.


Me dejé caer en el sofá y él se sentó junto a mí. Si hubiera estado más despierto, probablemente me habría preguntado qué se traía Jules entre manos. Noté que Arthur estaba bostezando, así que lo jalé para que pudiera recostarse en mi brazo. Los dos nos quedamos dormidos.

No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, cuando de repente Jules regresó. 


-Arriba, dormilones - Dijo animadamente. Ambos, Arthur y yo, gemimos. Vi que Max y Luisa estaban vestidos y a cada lado de él.


-¿Hay alguna razón en particular para que andes por ahí levantando a los pobres niños pequeños?

-Vienen conmigo para encontrarnos con Charles, con Heidi y Oliver. El Día de los Abuelos se acerca, así que haremos una foto con todos los nietos para Max y Charles - Explicó - Habríamos obligado a Oscar a venir, pero me imaginé que, ya que iba a estar solo todo el día, tal vez te gustaría ir a hacerle compañía - Me guiñó un ojo - Vamos, pequeñines. ¡Que tengas un buen día, Lando!


Oscar estaba solo en casa.

Necesitaba ir hacia allá. Tomé mis llaves y avancé hacia la puerta. Entonces me di cuenta... necesitaba vestirme. Resoplando por mi propia estupidez, regresé a mi habitación a alistarme.

Cuando finalmente llegué a casa de Oscar, ni siquiera me molesté en tocar. Conociéndolo, probablemente se irritaría por haberlo hecho salir de la cama para venir a abrirme la puerta.

Caminé despacio por la casa hacia su habitación, donde lo encontré esparcido a través de la cama. El zorro de peluche estaba echado cerca de uno de sus brazos. Rápidamente, me quité los zapatos, y me eché junto a él, jalándolo cuidadosamente hacia mis brazos. Enterré mi cara en su cabello e inhalé la esencia de fresas.


-Si es George, me mudaré - Murmuró. Me reí quedito. 

-¿Se siente como si fuera George? - Oscar se giró en mis brazos, y sus ojos se abrieron. 

-Gracias a Dios - Exhaló, antes de enterrar su cara en mi pecho - Ahora, cállate. Voy a volver a dormir.

-Dulces sueños, mi Oscar - Besé su cabello y lo apreté más contra mí.


Por casi una hora, estuve acostado sosteniéndolo. Debía estar contento, porque no murmuró ni una sola grosería mientras estuvo dormido. Cuando finalmente se despertó, las primeras palabras que salieron de su boca fueron bastante entretenidas.

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