VI

897 78 45
                                    

Oscar

Ouch. En serio, tengo que aprender a decir que no, pero había sido totalmente imposible. Esos tres pequeños monstruos sacaron sus labios inferiores y parpadearon sus inocentes ojos, y caí más rápido que un hombre gordo en un buffet. Sin ofender a los hombres gordos. Son bastante abrazables. 

Estoy bastante seguro de que dormir en la casa del árbol había sido idea de los niños, incluso aunque enviaran a Luisinha a preguntarme. Con una voz así de dulce, ellos sabían que iba a ser incapaz de resistirme. Tengo que encontrar algún otro mecanismo de defensa para el futuro.

No quería abrir los ojos, pero esos estúpidos pájaros cantando alegremente estaban haciendo imposible que me volviera a dormir. 


-Estúpidos pájaros - Gruñí. Sentí que algo se movía junto a mí. Lentamente, moví mi mano hacia abajo y sentí un pequeño cuerpo cálido. Era demasiado pequeño para ser Arthur o Max, así que tenía que ser Luisa. Mi toque provocó que se acurrucara más hacia mí.


El sonido de la puerta trasera de mi casa abriéndose y cerrándose me forzó a abrir los ojos para enfrentarme al mundo real.


-Buenos días, Oscar - Susurró Max mientras entraba a la casa del árbol y volvía a acostarse. Sonreí en respuesta. Arthur estaba tumbado junto a él, todavía durmiendo pacíficamente.

-Hey, Bella Durmiente - Dijo Lando. Estaba sosteniendo una bandeja con panecillos, dos cafés, y unas cuantas cajas de jugo. Noté que él estaba totalmente vestido para trabajar.

-Será mejor que estés hablando de alguno de los niños - Respondí desorientado. Las mañanas y yo no éramos los mejores amigos. Me obligué a mí mismo a sentarme, reacomodando a una todavía adormilada Luisinha, para que así ella descansara su cabeza en mi regazo.

-Nope. Lo siento koalita - Replicó - Max es el único despierto. Dudo que aprecie que lo llame de esa manera - Sonrió. Me pasó un café - Tengo que ir a trabajar pronto. Dejaré algo de dinero en caso de que necesites comprarle algo a los niños - Sacudí mi cabeza, tomando un trago del café.

-Si les compro algo, será porque quiera hacerlo. No tienes que pagar por ello - Él picó con una pajilla uno de los jugos antes de dárselo a Max.

-Tienes que dejarme hacer algo. No puedo dejarte a mis hijos sin pagarte algo a cambio.

-Puedes ayudar a Arthur con su práctica de rugby - Ofrecí. Tomé uno de los panecillos calientes y lo agité en frente de la nariz de mi hijo. Él tarareó y abrió los ojos.

-Trato hecho - Rio Lando - Pero tengo que comprarle algo también. Es lo justo - Arthur se sentó y gruñó, estirando sus brazos con un panecillo en su mano.

-Vaya, qué noche.

-Está bien - Acepté - Por cierto, gracias por el desayuno.

-De nada - Sonrió antes de sentarse a mordisquear su panecillo. Max gateó hacia mí y golpeó levemente a su hermanita en la nariz. 

-Luisinha - Canturreó quedito.

-Shh - Susurró ella - Lui está dormida

-Me voy a comer tu panecillo - Le advirtió juguetón.

-No - Se quejó, pero con una sonrisa en el rostro.

-Entonces será mejor que te levantes - Respondió sonriendo. Era un buen hermano mayor. Luisinha suspiró y abrió sus ojos.

SecuestradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora