CAPÍTULO DIECISÉIS.

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El sol entraba por la ventana, calando justo en la cara del chico que dormía sobre el futon. Abrió un poco los ojos, se removió tratando de estirar sus extremidades pero un peso sobre su cuerpo no se lo permitió. Bajo la mirada notando una cabellera café justo sobre su pecho y sonrió, amaba mucho esa vista y más desde que el menor se había vuelto suyo.

No le gustaba ese término de pertenencia, porque sentía que hacía ver a Raichi como un objeto, pero vaya que su lado alfa amaba tanto decirlo. Sin despertar al omega se levantó como pudo y ahí estiró el cuerpo, dejando salir un bostezo. Tenía sueño y realmente no era tan temprano, pero era sábado así que el deseo de dormir más tardaría en irse.

Salió del cuarto topándose con su suegro, quien estaba mirando la televisión recargado en la mesa mientras bebía una taza de quien sabe que.

—Buenos días— saludó mientras se dirigían al baño a paso lento, no esperó una respuesta ya que sabía que no la iba a recibir.

Salió del baño y se dirigió a la cocina, sacó unas cuantas cosas del pequeño refrigerador que había y se dispuso a preparar el desayuno. Esa era su rutina desde que vivía con los Todoroki, él les hacía el desayuno y los almuerzos, incluso la cena. Pero no le molestaba, amaba cocinar y creía tener un buen sazón ya que Raichi y Raizou siempre le decían lo buena que estaba su comida.

—¿Aún hay arroz de anoche?— preguntó mientras picaba unas cuantas verduras, tenía pensado preparar unos omelettes de verduras junto a un poco de pescado frito.

El adulto se giró a verlo con sus ojos cansados y sonrió, diciendo con eso que sí, que aún había arroz en la arrocera. El ambiente a pesar de todo no era incómodo, Sanada se sentía muy a gusto en la casa de su pareja principalmente porque no le decían que hacer ni tampoco le juzgaban por sus decisiones.

—Así que, ¿qué vamos a hacer?— la voz del adulto se escuchó, sacando al Alfa de su pequeña ensoñación y puso una cara sería.

Sabía a qué se refería, trago saliva y negó con la cabeza, tampoco sabía que hacer, porque ni él se lo había esperado.

Ese día, cuando Raichi se desmayó y lo llevaron a la enfermería, un olor diferente había rodeado al menor. Claro que Sanada sabía que era y de inmediato se lo comunicó al padre de su pareja, se suponía que ya habían hecho la prueba y ésta había salido negativa.

Una vez que regresaron a casa decidieron hacer otra, dando un resultado positivo. Eso tomó por sorpresa a todos, incluyendo a Raichi. Habían decidido no decirle a nadie del equipo, suponían que el omega tenía hoy en día al menos dos semanas de embarazo, por lo que podían ocultarlo hasta saber qué hacer.

Tener un hijo a esta edad era además de difícil, peligroso. Raichi todavía era un adolescente de dieciséis años y él apenas había cumplido la mayoría de edad, no tenían los recursos suficientes y no sabían cómo afectaría esto al cuerpo del menor. Haber vivido tanto tiempo ocultando su estado de omega, podía dificultar su desarrollo o peor.

—Podemos interrumpirlo— el pelinegro dijo dejando de lado lo que hacía mirando al adulto, podía sonar muy radical pero era lo mejor para todos. Si hacían eso, Raichi estaría fuera de juego un mes como máximo, pero tener un hijo lo sacaría al menos seis y sabía bien que el chico querría hacer todo lo posible por no dejar se jugar al béisbol. Aunque en realidad ahora para Sanada y Raizou era lo de menos, su principal preocupación era el estado del omega.

—Pense lo mismo, pero hacer eso es caro y no sabemos qué es lo que quiere mi estupido hijo— comentó rascándose la cabeza agotado.

—Estoy seguro de que tampoco lo quiere— comentó el alfa muy seguro de lo que decía. Raizou le miró unos segundos, podía ser pero sabía que los omegas una vez que se encariñaban con su futuro hijo, les era más difícil dejarlo ir, así como le había pasado a su ex esposa.

¿Y si no quiero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora