CAPÍTULO TRES.

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Las feromonas se estaban concentrando en la pequeña habitación. Sanada se tapaba la nariz mientras miraba a Raichi, quien que lo miraba a su senpai con una cara sorprendida. Era normal la reacción del moreno, primero se le declaraba y después lo alejaba, Raichi ya no entendía.

Pero cuando sintió que su cuerpo se calentaba lentamente se dio cuenta de la reacción del pelinegro, al parecer estaba entrando en celo y ni cuenta se había dado. Apresuradamente fue a donde dejo su bolso y saco las pastilla que le habían dado anteriormente en la enfermería. Se tomo el medicamento con ayuda del té que Sanada le había traído y sé abrazo a si mismo para suprimir el calor y su instinto.

Por otro lado, el pelinegro estaba luchando por no atacar a su kohai. El olor aún no era demaciado fuerte, pero si lo estaba descontrolando. Entonces gracias al medicamento que tomo Raichi las feromonas estaban disminuyendo y así la situacion se calmó. Sanada sintió un poco de culpa, debido a que él al liberar sus feromonas, había provocado que Raichi entrara en celo.

—¿Te sientes mejor?— el pelinegro preguntó. Su frente estaba un poco sudada, por lo que alzo el brazo para limpiarse, movimiento que asustó al moreno.

Sanada se sorprendió, ¿acaso pensaba que lo atacaría? Él jamás sería capaz de hacerle nada que no quisiera, incluso se había alejado de él al notar que había entrado en celo para no hacerle daño. Entonces sé dio cuenta de la actitud que había tomado con él los últimos días, y lo que había conseguido era que el bateador le tuviera un poco de miedo. Solo que, tenía una buena razón para hacerlo.

—No te haré nada, tranquilo— se acerco lentamente hacia el bateador quien aun se seguia abrazando a si mismo y tenía la cabeza agachada.

Raichi no se movió ni dijo nada, a pesar de que ya no sentía la necesidad de aventarse a su senpai para que lo tomara, aun se sentía caliente. El susodicho se sobresalto cuando unas manos lo rodearon.

—Tranquilo, no te haré daño— colocó su mano en la cabeza contaría para acercarla a su pecho. Y así estuvieron por unos minutos, abrazados, sintiendo el calor del otro, generando una tranquilidad en ambos que nunca habían experimentado.

Entonces un sonido en la puerta los saco de su trance, provocando que se separaran.

—Shunpei, mi amor ¿pasó algo? Llego hasta la sala un fuerte olor— la madre del pelinegro dijo detrás de la puerta con voz preocupada —Ya es un poco tarde para que tú amigo este fuera, deberías acompañarlo a la estación— los jóvenes vieron como la manilla de la puerta se movia para ser abierta, pero el seguro no se lo permitió —Pero si gustas esperar a que llegué tú padre lo podemos llevar en el auto— la mujer dijo esto y después se escucharon pasos en la escalera,  indicando que se había ido.

Los adolescentes se miraron a lo ojos y sonrieron, esa situacion había sido peligrosa, pero afortunadamente había tranquilizado el ambiente.

—Lo... Lo si-siento mucho senpai— el moreno se levanto seguido del pelinegro —Pero creo que tú mamá tiene razón, debería irme— agarro sus cosas y comenzó a meterlas en su mochila.

—Supongo que si, mañana podemos seguir con tú estudio— Estiró los brazos en lo que Raichi guardaba lo último de sus útiles escolares.

—S-si— se colocó la mochila en el hombro dispuesto a irse. Miro a Sanada a los ojos, provocandose un sonrojo.

Ambos salieron de la habitación en dirección a la entrada, el pelinegro le dijo a su madre que acompañaría a Raichi hasta su casa y salieron de la casa.

Caminaban con un silencio incómodo, lo anterior aun era meditado por ellos, o al menos por Raichi. Este sólo pensaba en la declaración de su senpai, el moreno no estaba seguro si le gustaba, pero lo que si tenía claro era que lo respetaba mucho y tenía albergaba algún sentimiento por el, sólo que no sabía que era.

—¿No tienes problemas con tú celo?— Sanda rompió el silencio.

—¿Qu-qué quieres decir?— se sonrojo, ya no podía seguir guardando el secreto con aquel hombre de todos modos.

—Quiero decir, ¿cómo lo escondías? Lo hiciste muy bien como para que nadie lo notará y las feromonas Omega son bastante fuertes y difíciles de ocultar— colocó sus brazos dentro de sus bolsillos.

—Mi viejo me conseguía superiores fuertes... no se de donde, pero lo hacía— se olfateó los brazos, el olor a Omega aun estaba en él, las pastillas de la enfermería eran menos efectivas que las que su padre le conseguía.

—¿Por qué lo ocultabas?— eso era difícil se explicar, Raichi suspiro.

—Nunca le he dicho esto a nadie, así que por favor senpai ¿puede guardar el secreto?— lo volteo a ver con cara seria, esta sería la primera vez que hablaría con alguien sobre esto, ni siquiera con sus amigos Mishima y Akiba que sabían que era Omega lo había echo.

—Claro, puedes confiar en mi— Sanada dijo, debía ser muy importante lo que le diría como para no tartamudear al pedirle eso.

—Soy Omega, eso es cierto... Me gusta el béisbol y quiero ayudar a mi viejo, pero ser Omega lo hace todo complicado— su voz comenzó a quebrarse, no quería llorar, pero no pudo evitar soltar unas pocas lágrimas —Por mi bien, tengo que ser marcado algún día, pero yo... No sé si quiero— finalizo deteniéndose para tallarse los ojos y eliminar todos rastro de lágrimas.

El pelinegro de igual forma se detuvo, comprendia a que se refería Raichi, en el béisbol profesional los Omegas se la tenían más difícil para lograra llegar a la sima, de hecho, era en cualquier deporte. Así que como Raichi lo era, debía ser marcado ya que era un requisito que tenían los jugadores Omegas para poder jugar con más jugadores los cuales generalmente eran Alphas. Y sus celos y feromonas causaban problemas, no es que fuese su culpa, sino que así eran las reglas.

Sanada no lo pensó dos veces y abrazo al moreno, quería transmitirle tranquilidad así que libero un poco de sus feromonas, a pesar de que podría desencadenar el celo del otro de nuevo. Las cuales extrañamente no lo hicieron, sino que sólo clamaron a Raichi, que era lo que el pelinegro quería lograr.

Ambos se abrazaron por una rato más hasta que el bateador se separo.

—De-desde aquí puedo ir solo— dijo el moreno con un gran sonrojo volteando a otro lado.

—Si eso es lo que quieres— no quería dejarlo ir sólo, estaba en celo y ya eran pasado las 11 de la noche, pero no quería insistir y hacer enojar al otro.

—Gracias Sanada-senpai— alzo el rostro y sonrio.

El moreno se despido y se fue. Sanda sólo lo vio irse, le diría que le llamaría después pero Raichi no tenía teléfono por lo que tendría que conformarse con verlo mañana en la escuela para saber si había llegado bien a su casa.

El tambien comenzó a caminar a la suya, ahora que sabia las preocupaciones del bateador se le haría más fácil cortejarlo, porque si, pese a todo lo anterior aun quería a Raichi y haría todo lo posible por conseguirlo. Pero primero debería buscar una forma de lograra que su padre lo acepté, porque si Raizou le había pedido que ocultara su género, significaba que estaría en contra de una relación entre ellos.

Sin embargo, eso ya lo pensaría mejor mañana.

¿Y si no quiero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora