𝓡𝓮𝓬𝓾𝓮𝓻𝓭𝓸𝓼. [𝑾𝒊𝒍𝒅𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕.]

Orgullo.

Búsqueda Parte 5.

El poblado orni era de los lugares favoritos de Wild, el clima frío y la inevitable nieve en las épocas de invierno, le causaba fascinación. Probablemente, en un futuro compraría un departamento en la región.

Siempre visitaba el lugar por motivos de trabajo de su padre, así que decidía acompañarlo para explorar terrenos desconocidos.

Mientras su padre arreglaba sus pendientes, él se encargaba de ir a visitar el centro.

Está vez se encontró en una tienda peculiar, al parecer de antigüedades. La curiosidad le ganó y decidió entrar a mirar, al cerrar la puerta sonó una pequeña campana indicando su ingreso. Sus ojos se posaron en los estantes llenos de libros viejos y en la vitrina llena de objetos extraños, se acercó mirando con detenimiento los objetos, pero en especial uno le llamó la atención.

—¿Buscas algo en especial?—  Lo llamó un chico, sin apartar la vista de su libro, su voz sonó con molestia.

—Para nada... Solo hecho un vistazo.

El chico levantó la mirada, sus esmeraldas los analizaron de pies a cabeza y sus trenzas azabache caían hasta sus hombros.

Ese fue el primer día que se conocieron.

Está era la segunda carrera al que lo invitaba Revali, habían pasado largos meses desde que se conocieron en aquella tienda. Al principio, el azabache era un completo orgulloso para acercarse a Wild para hablar, sin embargo, poco a poco fue ganandoselo, aunque los insultos y bromas no faltaron.

Por ahora, su mala suerte, había perdido una apuesta con el moreno, ahora tendría que ser su acompañante en la pista.

Tembloroso se abrochó el casco —. Agárrate fuerte si no quieres caerte, caballerito— el rubio rodó los ojos ante el apodo, fue mala idea decir que quería ser espadachín. Le hizo caso, no quería tener la cara raspada y con un fuerte regaño de su padre, sus manos rodearon su cintura con un agarre firme. El ruido de los motores de las motocicletas no se hicieron esperar.

La emoción y la adrenalina bajaban hasta su estómago, sintiendo un nudo.

Una linda chica caminó con pasos sensuales llegó en medio de ellos y su contrincante. Alzó a lo alto una bandera moviendola al ritmo de los gritos de la multitud.

-En sus marcas...
listos...
¡Fuera!

Con un fuerte rugido los motociclistas salieron disparados por la pista. Wild cerró los ojos al sentir el inesperado aceleron, se sostuvo con fuerza a Revali, el aire golpeaba con vigor su rostro. Tardó unos minutos en acoplarse y con
lentitud abrió los ojos. Los árboles pasaban en las orillas del camino, sus mechones se movían al compás del aire, sus pupilas se agrandaron al sentir sus emociones a flor de piel.

Con rudeza rebasaron a su enemigo en la carrera, dejándolo atrás.

—¿Estás bien, caballerito?— preguntó Revali en un tono alto debido al ruido de su motor.

—¡Esto es genial!

El azabache sonrió satisfecho orgulloso de sus habilidades. La dulce sonrisa del menor le hizo enamorarse de su vida.

Esa vez, como era de esperarse, Revali ganó la carrera.

—En resumen, ¿me están diciendo que un Idiota quiere volver a apoderarse del mundo y quieren que los ayude a derrotarlo?

El castaño se cruzó de brazos, que él fuera uno de los campeones, (a petición de Wild, ya que no conocía a nadie que fuera "digno"), no le gustaba para nada, si fuera por él ya lo habrían deshechado.

—Si, así es...— respondió el rubio con una ligera mueca—. Eres la única opción que tengo, Revali.

El orni se frotó la frente procesando todo. Era una locura

—Además, me debes ese favor—el menor lo miró suplicante.

—Lo pensaré— dijo luego de un largo silencio incómodo. Se levantó tomando su característica chaqueta y tomó rumbo a la salida del café.

—¡Te dije que era mala idea!, es un Idiota— Por fin habló Twilight, su molestia era notoria—. Ni siquiera sé porque saliste con él.

Wild se encogió de hombros—. Sólo pasó, además, ¿por qué tan molesto?

Las mejillas del contrario se robaron rojizas—. Porque eres mi amigo.

—Lo que digas, tampoco es como si yo sintiera curiosidad por tu ex.

—Pues deberías—el castaño se acercó lo suficiente como para contar sus pestañas—. Los amigos tienen que saberlo, es algo básico— sin poderlo evitar, el cobalto de sus ojos bajó lentamente al durazno de sus labios. Ninguno hizo el intento por alejarse, era como algo placebo para su inconsciente.

La amistad florecía y algo más lo opacaba. Era evidente, a través de sus actos y las interminables discusiones que siempre resolvían.

"—Se lo dije majestad, son como un bosque mojado en el que no prende el fuego.

—Lo sé, pero lo amo..."