Desde el día que vi partir a Derek sentía una pequeña compresión en mi pecho y nunca me imaginé que aquel vacío podría ocasionarme lo que próximamente estaba por experimentar.
Los días habían sido rutinarios, y cabe señalar que Zeed y Andrew nunca habían dejado de preguntar por su padre.
Mañana será un nuevo día y en dos días más su padre estará nuevamente con nosotros.
- Stiles, amigo... la voz de Scott resonaba en toda la casa.
- ¿Qué sucede Scott?
- Nada solo venía a ver como se encontraba mi hermano nacido de otra madre, que vive en otra casa y algo más continuaba ¿verdad?
- Si Scott, pero aquello yo lo utilizo contigo cuando quiero algo, ya hora dime tú ¿Qué es lo que quieres?, pregunté con una sonrisa ladina.
- Nada que te hace pensar que necesito algo.
- Scott
- Bueno... bueno verás necesito que me cubras esta noche mientras Kira y yo tenemos nuestra cita oficial.
- Está bien Scott, pero me debes una.
- Y ahora dime ¿cómo has estado?
- Pues bien, estoy vivo y eso es suficiente...
- No seas payaso Stiles, lo que pregunto es como van las cosas entre Derek y tú.
- Todo ha sido perfecto hasta que se fue.
- Lo siento, debía haberlo acompañado.
- No te preocupes Derek es así, pero he aprendido a controlarlo... reí por lo bajo
- Claro Stiles... claro, bueno adiós hermano
- Adiós Scotty.
Bastaron unos minutos para que mi móvil sonara
Ven hacia el lugar donde fuimos antes de marcharme. Te tengo una sorpresa. Deja a los niños solos un momento... Derek Hale
Con una gran sonrisa fui hacia aquel sitio, pero al llegar nada fue lo que me imaginaba iba a suceder, recuerdo caer al piso después de recibir un sonoro golpe en mi cabeza.
Desperté con las caricias de aquel ser que se encontraba entre los encapuchados, y basto aquello para encender todas mis alarmas.
- Por favor detente. No lo hagas.
- Recuerdo haberte dicho que te calles.
- Por favor... cada vez suplicaba más y entre más continuas eran sus caricias deseaba aún más despertar de esta terrible pesadilla.
Intente zafarme de su agarre, pero fue inútil porque recordé que mis pies se encontraban atados, y era inútil luchar contra alguien sumamente imponente.
- Stiles, siempre tú... Recuerdo aquel día que te conocí, en aquel entonces siempre te mostraste firme ante todo tipo de duda, pero ahora mírate.
- Déjame ir
Una de sus manos fue a parar a mi cuello, apretaba tan duro que sentía como todo el aire abandonaba a mis pulmones.
- Suéltame, por... favor, rogaba con lágrimas en mis ojos. Estaba asustado y esta vez nadie me ayudaría.
- Si no eres mío, no serás de nadie Stiles, pero antes de eso me divertiré contigo un poco.
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