Capítulo XXIII

36 4 0
                                    

Su voz era quejumbrosa y agrietada. Sin duda, no importaba cuanto tiempo había pasado desde la última vez que escuché su voz mientras me ingresaban a la ambulancia, él había sufrido cada segundo de ese tiempo. La oscuridad me impedía ver con claridad el estado en el que se encontraba, pero sin duda no era nada bueno o favorable.

Restregué mis ojos con ayuda de mis dedos, pensando que su presencia era tan sólo parte de mi imaginación, pero no era así. Él sí estaba ahí.

Antes de preguntarme cómo había entrado, él empezó a delatar.

— Te busqué en tres hospitales antes de dar con el Centro Médico al que te llevaron. Cuando llegué, anunciaron que ya no estabas ahí. Decidí venir y me encontré con tu mejor amiga, y casi morí con su mirada de odio, Rosie. Y subo... y te encuentro aquí, en este estado... —su voz se oscureció, y se hizo menos audible— Rosie, jamás vuelvas a darme un susto así.

— Es exactamente el mismo susto que me diste cuando... —un nudo en la garganta me impidió continuar.

El silencio nos invadió.

— ¿Me odias? —preguntó.

— No.

No podía hacerlo.

No obstante, la palidez de su piel parecía necesitar calor.

— ¿Quieres una manta? —pregunté.

— No —respondió en el mismo tono.

— ¿A qué has venido entonces? —le pregunté, suspirando.

El rodó sus ojos, y paseó sus manos por su cabeza y su nuca. Tomó aliento.

— Tenía miedo —respondió después de unos minutos—. He tenido miedo desde la última vez que te vi. Tu mirada ha sido la misma desde entonces. Luces decepcionada, asustada, herida —se acercó a mí—. Y... tienes tanta razón de estarlo. Tenía quince años cuando mis padres me explicaron sobre esta... anomalía. Me sentía un monstruo. Rachel también lo sintió. Matthew al igual. Ha sido complicado —tomó un suspiro—. Pero... si necesitas respuestas, las tengo. Si quieres interrogarme hasta que estés segura, hazlo. Sólo... no te alejes, ¿quieres?

— Es gracioso viniendo de alguien que me dejó atrás —solté una risa irónica.

— ¿Crees que quería hacerlo? —bufó— Mi padre replicó que sabías demasiado de nosotros, y debíamos alejarnos por un tiempo prudente. Mi madre ha estado hostil conmigo desde que te conozco, y no porque no te quiera, Catherine te quiere demasiado; es sólo que he sido un pedante contigo y ella no tolera eso. Rosie... dejarte fue el peor de mis infiernos. No había minuto, créeme, no había minuto en que no pensara en ti.

— ¡Habéis podido... decir algo! Allan... han sido meses —mi voz se entrecortó—. Además, has dejado a tu amigo de la eternidad aquí.

"Amigo de la eternidad", literalmente hablando.

— Lo necesitaba aquí, ¿entiendes? ¿Qué hubiese sido de ti si algo como ésto te sucede, y él no está para llamarme?

— ¿Así que no hubieses vuelto si yo no hubiese cometido el error de girar el volante y hacernos chocar? ¿No hubieses vuelto si no me hubiese roto el cuello y perforado la mitad de la frente, no?

Él inhaló ruidosamente y apoyó su rostro en las palmas de sus manos.

— Iba a volver —susurró—, iba a volver cuando no pudiese reprimir más las ganas de gritarte "Perdóname Rosie, pero me estoy sintiendo morir sin ti".

Sus ojos se humedecieron.

— No sé qué es morir, Rosie, y creo que nadie lo sabe en realidad; pero allá afuera me he sentido morir cada día, cada hora, cada minuto, ¡joder, cada segundo!.. sin ti.

1789Donde viven las historias. Descúbrelo ahora