Capítulo XV

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— Vamos Grace, déjame explicar...

— ¡Sabes que no me tienes que explicar nada, Rosie! ¿Pero por qué todo así?

— Es... complicado.

— ¿Qué es complicado? ¿Que te has dejado endulzar el oído por un patán? Hace nada te trata mal en clase y ahora resultas acostándote con él.

Entendía completamente su enojo, y entendía que no estaba pensando con cabeza fría.

— No me acosté con él. Me llevó al Desfile de Modas de Otoño, y luego me ha llevado a cenar al restaurante más exclusivo de todo Georgia, y luego hemos llegado a su casa a observar el puto amanecer Grace, ¡el amanecer! ¿Y luego sabes qué hemos hecho? Nada. Absolutamente nada. Me he quedado dormida y he dormido con él —la reprendí—. Entonces no, no me he acostado con él. No hemos follado. Me ha dicho que me quiere desde hace casi dos años. Y no, no me he ido de puta con él. Pero lo haría si quisiese, y lo haría sin tu puta aprobación, ¿vale? No conocéis ni la mitad de lo que conozco yo, Grace Green. Llámame cuando tu novio por fin te eche un polvo, ¡porque se te nota la abstinencia!

Colgué enojada, y a punto de soltar lágrimas de rabia. Me giré para encontrar el cuerpo de Allan observándome fijamente, con las manos llenas y los ojos perdidos en mi reciente conversación con Grace.

— ¿Te traigo problemas?

— Sólo está celosa, se le pasará.

Sin embargo, su rostro lucía afligido. Caminé hacia él, ignorando el dolor abdominal que me producía mi recién incidente, y lo besé. Volví a sentarme en su cama, e hice una mueca de dolor.

— He traído algo.

Sus manos extendieron a mí una bolsa de agua caliente, un termo lleno de té recién hecho y un par de pastillas para el dolor.

— Rachel me ha dicho que sirven mucho para... el dolor... ahí.

Solté una carcajada graciosa.

— Gracias —dije después de reír.

— Elliot sigue en cama con Rachel, dice que pueden irse más tarde. ¿Quieres que nos quedemos un rato?

Asentí emocionada.

Su enorme cuerpo se adentró en la cama, y me arrastró cuidadosamente con él. Había alcanzado un nivel de confianza que no había alcanzado nunca antes. Nada de eso significaba que jamás había tenido novios, pero lo cierto es que jamás había tenido novios reales. Mis relaciones habían sido de aquellas relaciones que son pactadas más por vuestros amigos que por ti misma, relaciones que además no superaban el mes. El hecho de que Allan me hubiese visto por primera vez hace años, y no sólo que me hubiese visto, sino que desde ahí su mirada se hubiese clavado en mí; hacía que las cosas fluyeran de un modo completamente natural.

Tomé un sorbo de té acompañando la pastilla que me había traído, y él colocó la bolsa de agua caliente sobre mi abdomen. Giré mi cuerpo de tal manera que mi espalda encajaba perfectamente en su pecho, mi cabeza se apoyaba sobre el músculo de su brazo izquierdo, y su mano derecha acariciaba a ratos mi cabello y mi rostro.

Ahí, justo en el momento, lo quise.

Dos horas después desperté de una siesta que había tomado de manera no intencional, puesto que la pastilla me había producido sueño, y el pecho de Allan se sentía lo suficientemente cómodo para no dejarse caer en él. Abrí los ojos para encontrarme con su vista clavada en el televisor frente a nosotros.

— Hey, hola —sonrió.

— ¿Cuánto he dormido? —pregunté con voz adormilada.

— Un par de horas, Elliot y Rachel aún no despiertan. ¿Quieres que baje por un poco más de té?

1789Donde viven las historias. Descúbrelo ahora