Capítulo XXVI

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A medida que los personajes de mi familia llegaban, los nervios en mi cabeza se incrementaban. Como siempre, mi familia había olvidado la confidencialidad que debían tener con todos los miembros de la misma, y terminaron apareciendo más personas de las que había considerado para la velada. Todos con la incertidumbre de conocer el primer novio formal de la aburrida e insípida Rosie.

No obstante, todos tenían la misma expresión cuando observaban a Allan. Aquel guapísimo hombre se llevaba todas las miradas de la habitación. Mis tías no paraban de interrogarle, mientras mis primas se congregaban en una esquina de la sala para susurrarse cosas sucias sobre mi hombre; y mis tíos se codeaban unos a otros para conseguir integrarse a la charla que sostenía mi padre con Aaron. Y a medida que la noche avanzaba, llegaban más invitados.

Minutos después, Matthew apareció por el pasillo acompañado de Paul. Grace inmediatamente entró en acción, desorbitando a los dos hombres con el maravilloso don que tenía. Los recibió y les brindó un par de copas de vino, pero Matthew fue absortamente interrumpido por la aparición de Mia tras la puerta. Por supuesto, aquella mujer opacó la presencia de todas las demás mujeres en la velada; exceptuando la de Paul quien sí había sido flechado por Grace.

Me acerqué a saludar a Mia.

— Qué sorpresa, Mia —la estrujé en un abrazo mientras rodaba mis ojos.

— ¡Tú, ingrata! Es obvio que ha sido una sorpresa, puesto que no recibí tu tarjeta de invitación. Asumí que se había perdido en el camino, y decidí aparecer de todas formas.

— Bueno, la última vez que nos vimos las cosas no salieron tan bien.

— Fuiste tú la que gritó en medio de una fiesta, y luego salió corriendo como el diablo. ¿Acaso que fue lo que viste? ¿Una polla? Apuesto que te asustó ver algo que jamás has visto en tu vida.

— Contrario a ti, que vives de eso. Ve a por una copa de vino e intégrate a la fiesta.

Ella arrugó su nariz y suspiró.

— Bien. Prometo no gritar y salir corriendo —me guiñó un ojo.

Observé a Mia desaparecer en la multitud, y fui abruptamente interrumpida por unos pequeños golpes en la puerta principal. A pesar de que la puerta se encontraba abierta de par en par, alguien no se sentía en la suficiente confianza para pasar. Me giré en mis talones, para encontrarme de frente con Catherine.

Sus ojos lucían cansados, pero su cabello aún estaba perfectamente alineado. Lucía un abrigo que le llegaba hasta un poco más debajo de las rodillas, y un vestido de la misma altura. Giré mi vista hacia Allan, y él se apresuró a encontrarse conmigo. En el momento en que vio a Catherine, se lanzó a ella en un abrazo.

— Madre, ¡¿qué haces aquí?! —preguntó sorprendido.

— Bueno, alguien me ha invitado —inclinó su cabeza hacia un lado para poder tenerme de vista, y Allan se giró a mí.

— Es un placer tenerte aquí, Catherine —le saludé.

— Oh cariño —susurró con su dulce voz de madre sobreprotectora—, ven aquí y dame un abrazo.

Me dirigí a ella para brindarle el abrazo más sincero que había dado antes, evitando el nudo en la garganta que se empezaba a formar, y las pocas gotas que empezaban a inundar las cuencas de mis ojos. Su cuerpo aún era cálido como lo recordaba, y su beso en mi frente me recordó una época lúcida en la vida de Alicia.

— ¿Y Rachel? —interrumpió Allan.

Ambas nos separamos de nuestro abrazo.

— Rachel se ha quedado en España con Mike, su nuevo novio.

1789Donde viven las historias. Descúbrelo ahora