Capítulo 21

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Gaia

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Gaia

No puedo controlar todo lo que en este momento se estaciona en mi interior. Ni siquiera puedo separar mi cabeza de su pecho, solo escuchar el ritmo acelerado en el que bombea su corazón, quizás en un intento de creerle. Quiero creerle, pero mi mente me grita que por mi seguridad no lo haga.

No puedo enfrentarme a su intensa mirada y no caer en el primer segundo convencida de que sus palabras son ciertas.

Decirle que no finja es una súplica de mi parte. Un ruego necesario, un intento de no salir lastimada nuevamente... puede que hasta la urgencia de sentirme cayendo de picada en un abismo de tristeza porque si sus palabras son mentiras yo ya me las estoy creyendo.

Y aunque soy conciente que tengo que tengo que enfrentarlo, mirarlo, salir del escondite que en este instante es para mí su pecho, no estoy preparada cuando él acuna mis mejillas en sus manos y me hace darle la cara.

—No se puede fingir lo que en verdad se siente —promete uniendo su frente a la mía, niego en un intento de no ceder a mi impulso de besarlo —Dejame demostrártelo. Dame el permiso, déjame entrar —roza mis labios sutilmente —Dejame probarte que te...

—Besame —suplico cortando sus palabras.

No podría soportarlo si terminaba de decir esa palabra. No la había dicho y todo dentro de mí se sacudió como alarma. No podía dejar decirlo, si lo dejaba mis defensas caerían al piso y no puedo permitir que golpee con esa intensidad mi vida. Aunque sus besos también son un peligro para mí.

Sus labios empiezan a moverse sobre los míos, saboreando con tanta suavidad que siento como mi cuerpo se relaja a tal punto que siento como la fuerza abandona mi cuerpo. Entierro mis dedos en su pelo y lo atraigo a mí, para besarlo con fiereza, rabia, deseo.

Sus manos se cerraron en mi cintura y como una respuesta mi cuerpo reacciona abrazando con mis piernas sus caderas. Necesitada de un contacto más fuerte, más fricción en esa zona que empieza a latir deseando ser atendida con urgencia debido a todo el deseo que me invade y a los años que llevo sin sentirme así.

—Gaia —mi nombre escapa de sus labios en un gruñido de advertencia cuando empiezo a moverme sobre él.

—Un rato más, por favor —me escucho rogando jadeante por esa atención.

Su boca vuelve a encontrarse con la mía al mismo tiempo que me pega contra la pared más cercana. Presionando justo en esa parte que necesito y aunque no alivia mi dolor por el deseo es como una anestesia temporal.

Su pelvis golpea contra mí, haciendo que mi cuerpo se encienda con más intensidad. Nunca había deseado tanto estar desnuda como en este momento en el que lo deseo dentro de mí, moviéndose y llenandome de todo él.

Un poco de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora