Epílogo

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Gaia

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Gaia

2 años después

Así de inocente como un niño que por primera vez se anima a contar las estrellas, quiero amarte. Perderme en el infinito de tus ojos y encontrarme en ti.

Sonrío leyendo las letras plasmadas en la servilleta que un mesero dejó hace unos pocos segundos en la mesa, para mí. Quería tomarme el tiempo de leerla nuevamente, pero solo pude seguir con la mirada el camino que hizo el hombre hasta perderse por la amplia puerta que lleva a la cocina.

Tomando la servilleta como una invitación, me pongo de pie, decidida a buscar al autor de la nota. Nadie pone trabas o me impide el paso cuando entro a la cocina, solamente me gano la mirada de algunos y luego siguen con su trabajo. Me animo a dar unos pasos más y no me detengo hasta estar cara a cara con mi objetivo en una esquina aparte, fuera de la vista de todos.

—Eso a sido rápido —dice el hombre frente a mí, mostrándome una cálida sonrisa.

—No podía quedarme sentada luego de leer esto —levanto la misiva —Fue muy tentador.

Yo también me perdería en el infinito de sus ojos, solo para encontrarme en él. Pienso para mí, devolviéndole la sonrisa.

—¿Falta mucho para que termine su turno? —me aventuro a preguntar, inocente —¿O tengo que esperar? No me importaría esperar.

Sus labios se encuentran con mi mejilla, muy cerca de la de la comisura de los míos, dejando un suave beso.

—Hoy es su día de suerte, mi turno está por terminar y estaré a su disposición las próximas horas —se acerca un poco más para susurrarme al oído —Horas que será un placer extenderlas para toda la vida.

—Nada me encantaría más que eso.

Olvidando el lugar en el que estamos, Nolan reclama mis labios, fundiendolos con los suyos, haciendome olvidar del mundo y solo desear amarlo como una niña la primera vez que cuenta las estrellas, que sin importar que si llega el momento que voy a dejar de hacerlo, tener la inocencia de empezar de nuevo.

Vale la pena. Aunque parezca imposible contar el infinito, mientras que mi cielo sean sus ojos, volver a enamorarme de él será lo más fácil, acertado y posible que haga en mi vida.

Los sonidos de la cocina se filtran en la atmósfera en la que nos habíamos encerrado, recordándonos el lugar en donde estamos y obligándonos a tomar distancia.

—¿Cómo va la semana de prueba?

—Para empezar, creo que son un buen equipo.

Asiento a su respuesta, feliz que después de tantos meses, por fin pude convencerlo de empezar con un pequeño restaurante. Con el tiempo puede aspirar a algo más grande, mientras disfrutaría de lo que realmente le gusta empezando de cero, como lo han hecho muchos otros y yo voy a estar ahí, acompañadolo en cada pequeño logro.

—Hice donas para ti y para Naia.

Agradezco cuando me ofrece la caja.

—Y para ti también.

Espero a que su turno termine y poder marcharnos a casa, haciendo una pequeña parada en el departamento de Jude, donde ahora vivía con Mario y se encontraba Naia haciéndoles compañía. Desde que se enteró que Jude estaba embarazada se empeña en pasar más tiempo con ellos.

Nolan dice que es porque quiere un hermanito y que él no se opondría a dárselo, pero estuvo de acuerdo conmigo cuando preferí esperar un poco más, pasó suficiente tiempo lejos de su hija y quisiera que compartieran más tiempo juntos.


—¿Qué haces? —le pregunto a Naia que empieza a tocar mi barriga.

—Buscando a ver si hay un bebé.

—Te lo dije —murmura Nolan.

—El que hay en la barriga de mi tía, hoy se movió —comenta, sin dejar su inspección —Pronto a ti también te va a pasar, ¿Verdad?

Abro la puerta trasera del carro para ella, sin responder a su pregunta. Cuando me siento en el asiento de copiloto, miro a Nolan que ya me está mirando. Divirtiéndose por la situación.

—¿Quieres saber lo que va ha haber pronto en mi barriga? —evito responder con otra pregunta.

—¿Un bebé? —responde emocionada.

Nolan se ríe.

—Donas de chocolate.

Por fortuna, con las donas se olvida momentáneamente del tema. Le ofrezco una y a su padre también.

La cobertura de chocolate satisface a mi paladar y antes de darle una mordida a la dona, le quitó poco a poco la cobertura con un dedo y me la como. Disfrutando del sabor hasta que poco a poco una sensación amarga sube raspando hasta mi garganta.

Salgo disparada del auto justo a tiempo antes de que el vómito me hiciera doblarme. Nolan no tarda mucho hasta llegar hasta mí, sosteniéndome hasta que lo poco que había comido el día de hoy quedó completamente expulsado.

—¿Estaba tan mala? —me pregunta cuando me incorporo, con las piernas temblandome.

—No, la estaba disfrutando. No sé lo que pasó, tal vez fue otra cosa que comí. Además solo probé el chocolate y nunca antes me había hecho vomitar, solo cuando...

Por inercia miro al carro viendo a la ventanilla donde Naia empieza a bajarla para estar más al pendiente de lo que pasa.

Empiezo ha hacer cuentas en mi mente. Probablemente lo que pensé que sería un atraso de una semana, puede durar meses.

—Cuando estaba embarazada de Naia.

—Eso quiere decir...

Un repentino mareo me hace dejar de escuchar lo que dice, pero estoy seguro que Naia sí lo escucho y por la sonrisa que se expande en sus labios y el brillo de emoción que inunda sus ojos, está más que feliz por eso.

Supongo que en los créditos de mi historia había espacio para una persona más, quién sabe. Después de todo, siempre hay espacio para alguien especial y siempre será bienvenido.

Los brazos de Nolan me envuelven y entre tantas palabras, me quedo con lo último que dice, lleno de emoción.

—La felicidad está hecha de cosas pequeñas y simples, la mía está hecha de ti.

—La felicidad está hecha de cosas pequeñas y simples, la mía está hecha de ti

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Un poco de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora