Capítulo 28

409 28 0
                                    

Nolan

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nolan

Cuando me levanté en la mañana lo que menos pensé es que acabaría de esta forma. No me quejo, de hecho, puedo decir que hasta me siento cómodo. Hace un par de minutos Naia se quedó dormida y aún así, no puedo apartar la mirada de ella. Desde que llegué no quiso alejarse de mí, ni siquiera cuando Mario le pidió que se fuera con él. Sus brazos rodearon mi cuello haciéndome su prisionero y yo no fui capaz de alejarla. Cuando su llanto se calmó unos minutos después, dijo que estaba cansada y otra vez, se negó a irse con su tío o con Gaia, dejándome a mí, como única opción para dormirla.

El leve sonido de la puerta de la habitación abriéndose lentamente llama mi atención, dandole paso a Gaia. Intentando no hacer un movimiento brusco que pueda despertar a Naia, salgo de la cama.

—Acaba de dormirse —susurro cuando estoy cerca de ella, temiendo despertar a la niña —¿Estás bien?

Sus ojos todavía están inyectados en sangre. No sé por qué, pero tengo la sensación que no solo está así porque no se haya tomado bien que Jude salga con Mario. Debe de haber pasado algo más, para que esa discusión se haya salido de control y terminado en lágrimas.

—Lo estaré.

Asiento ante su respuesta. Le doy un último vistazo a la pequeña que duerme tranquila y con un ademán, le indico a Gaia la puerta para salir de la habitación.

—Voy por agua, ¿Quieres algo de la cocina?

—Agua, está bien —responde sin dejar de caminar —Estaré en la sala.

Cuando entro a la cocina me encuentro con Mario que está preparándose tostadas con mayonesa, en cuanto repara en mi persona me pregunta si quiero. Le agradezco, aún así, no las acepto.

—¿Naia...?

—Dormida —abro el refrigerador y saco una botella de agua, me volteo para darle la cara —¿Por qué estaba en ese estado?

Me veo tentado a preguntar, esperando que diga lo que realmente pasó.

—Jude y Gaia elevaron el tono de voz y terminó asustandose —responde desviando la mirada al frasco de mayonesa —Tal vez pensó que se irían a los golpes. No sé, no le gusta que hablen fuerte. La asusta, tampoco antes había escuchado a Gaia en ese estado donde...

—¿Por qué pelearon?

—Ya te dije.

—¿Por qué pelearon realmente? —reformulo la pregunta.

Lo observo detenidamente, cuando al fin, decide mirarme a los ojos. Muevo la botella en mis manos, pasándola de una mano a la otra, esperando a que responda. Noto un tic en su mandíbula, que hace que se le contraiga por un segundo como un reflejo. Hago el ademán de abrir la boca para volver a preguntar ante el silencio que nos rodea, pero se aclara la garganta.

Un poco de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora