Corea habia sido dividida por el bando de la familia Min y Kim, dos grandes mafias que controlaban cada movimiento de sus territorios. El líder Min en busca de encontrar la debilidad de los Kim, no esperaba llevarse la inesperada sorpresa de obsesio...
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En el piso subterráneo del edificio se encontraba el solitario parqueadero, cada puesto era divido por líneas blancas que delimitaban el lugar de los vehículos ya estacionados. Dicho como el hombre le dijo, Jimin localizo la motocicleta de color negro a unos cuantos metros de la salida.
Aun con un piso bajo tierra, el alboroto de balas y pólvora resonaba en el parqueadero. El corazón del doncel se alteró tan solo un poquito por los estridentes disparos que continuaban arriba de su anaranjada cabeza.
Quizás, la situación era lo suficiente familiar para que no corriera como una gallina. Sin embargo, con una sola arma en el bolsillo, Jimin no sería capaz de defenderse contra una avalancha de personas. Estaba seguro de que portaban diferentes armas de asalto, por lo que, efectivamente su corazón latía rápidamente y su frente goteaba de sudor frio.
Jimin siseo sintiendo que algo faltaba.
¿Y su arma?
La pregunta resplandeció mientras recordaba vagamente el arma cayendo al suelo cuando lo desvestían. Alterado por el pensamiento, toco el bolsillo de su pantalón. El gran vacío dentro de este provoco que presionara su sien, estaba claro que no podía devolverse.
Decidiendo dejar de lado su arma perdida, el doncel se apresuró a tomar las llaves para ingresarlas en la hendidura del tanque. Se sentó en el cuero del asiento y aceleró un poco tratando de no perder el equilibrio. Si seguía así, el disturbio y las balas que se esparcían por el gran edificio no tardarían en alcanzarlo.
Volviendo acelerar se escuchó el suave ronroneo del motor. Felicitándose mentalmente por haber pasado la primera prueba, Jimin se puso en marcha con un poco de torpeza.
Suspiró cuando el aire nocturno golpeó su rostro y un sentimiento de alivio creció en su pecho por salir del gran alboroto en el que se habia convertido el elegante edificio.
Y ahora, el doncel estaba interesado en... ¿Dónde mierda se encontraba en ese instante?
Ninguna de las calles que transitaba eran conocidas para él, supuso entonces que se encontraba bastante lejos de la mansión. Deteniéndose en el bordillo de la acera sacó su celular y navegó por el mapa.
Por el mismísimo Dios... estaba a 50 minutos de la mansión. Lo suficiente lejos para llegar a la 1 de la mañana a su dulce hogar.
Jimin restregó sus ojos tratando de tranquilizarse y meditar un poco. Soltando de a poco el aire retenido en los pulmones encendió la motocicleta y siguió por el camino que el navegador le señalaba.
—Tranquilo, después de todo te divertiste un poco esta noche —se animó viendo como la noche pintaba de mal a peor.
Sin duda alguna, comería su pastel de chocolate cuando llegara a la mansión.
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