Corea habia sido dividida por el bando de la familia Min y Kim, dos grandes mafias que controlaban cada movimiento de sus territorios. El líder Min en busca de encontrar la debilidad de los Kim, no esperaba llevarse la inesperada sorpresa de obsesio...
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Un soleado día caía sobre los distritos de Busan, el calor de la tarde aumentaba con el pasar de las horas y el hermoso jardín que se extendía en el patio trasero de la mansión Kim era mojado por rociadores automáticos. A su paso, el césped estaba perfectamente podado manteniendo solo 2 cm de crecimiento, un jardinero se encargaba de plantar nuevas flores a la orilla de la cerca de metalica.
Una piscina rectangular adornada de altas palmeras era limpiada por el personal y al lado, se encontraba una salita con muebles en mimbre donde dos amigos conversaban animosamente. Las macetas relucían pequeñas plantas de distintos colores llenas de vida propia y estampado en la pared como un sello familiar, estaba una foto de los integrantes Kim.
—Entonces me estás diciendo que... ¡¿Un hombre pelimenta terriblemente sexy casi te folla de no ser porque unos disparos comenzaron a sonar?! —exagero alzando la voz.
El jardinero volteo por el escándalo.
—¡Baja la voz Taehyung! —grito tapando la boca de su amigo —Pero si... justamente eso paso —comento quitando las manos. A veces las imprudencias de su amigo le hacían querer ponerle una cinta en la boca y amarrarlo a un árbol.
—¿No te ha vuelto a contactar? —susurro.
—No, Tae... Me emocioné al pensar que tal vez volvería a verlo, hubiera querido terminar lo de esa noche —puchereo reposando el mentón en la palma de sus manos.
—Ohh Honey~ ¿Eso quiere decir que te obsesionaste con el sexy hombre de la noche? Nunca te había visto tan necesitado con tus anteriores ligues. Ni con Jackson que fue tu novio durante dos años — Taehyung picoteo las abultadas mejillas.
—¿Q-que? No, Tae —Jimin exclamó un poco alterado —Si fue bueno, pero... Es un desconocido —se excusó esperando que su amigo le creyera.
Aunque en parte, Taehyung tenía razón en decir que el doncel se había obsesionado. Cada vez que regresaba del trabajo, tenía la pequeña esperanza de encontrarse con el hombre e incluso la motocicleta prestada seguía oculta en el garaje.
—Umm... eso no me dice tu carita, Honey. Además, que tiene que sea un desconocido, fue un desconocido que te dejó con ganas —respondió bebiendo de la taza de porcelana con café.
—Por Dios, Tae. No te niego que me gustó mucho, pero eso es todo —viendo al mayordomo llegar a ellos recibió gustoso la rebanada de pastel de chocolate —Muchas gracias, señor Lee.
—Ósea que no esperas encontrarte de nuevo con él —dijo irónico esperando la reacción del pelinaranja.
—Tae... No soy cenicienta esperando a que su príncipe azul llegue para probarle la zapatilla —Jimin expresó comiendo del pastel. —Es más, no lo he visto en una semana. Ya es pasado... —evitando mirar a su mejor amigo siguió comiendo del pastel.
Con el pasar de los días, los golpes en la cara de Jimin ya habían sanado en mayoría, solo quedaba una diminuta cicatriz en el labio inferior y un moretón verde en el pómulo.
