Corea habia sido dividida por el bando de la familia Min y Kim, dos grandes mafias que controlaban cada movimiento de sus territorios. El líder Min en busca de encontrar la debilidad de los Kim, no esperaba llevarse la inesperada sorpresa de obsesio...
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Una propia tumba.
Eso había cavado Jungkook mientras permanecía en el territorio que lo vio crecer. El futuro en el que vivía lejos del ajetreo de las ciudades y disfrutando con el amor de su vida, estaba siendo cada vez más imposible. Ciertamente, también se desconocida, Jungkook nunca creyó ser capaz de insultar a su mejor amigo, ni menos de sobrepasarse hasta el punto de tener un gato endemoniado desgarrando su piel.
Pero para Min Jungkook, un chico de 23 años y con problemas arraigados a la disputa entre las dos familias, nada importaba más que encontrarse con Taehyung y largarse de Corea en busca de la tranquilidad que anhelaba.
Por eso mismo, al tiempo que se retorcía en el piso con la bestia encima y sus brazos servían de escudos contra los múltiples arañazos, Jungkook descarto el cargo de conciencia de sus palabras y medito una forma para desechar el único obstáculo que imposibilitaba sus planes. La opción más viable fue aceptada y en contados segundos, el pelinegro agarro el impulso necesario para tirar al gato hasta los pies de un Jimin agitado.
—¡¿Qué demonios con este gato?!
—¡Gang-yan! —grito siendo testigo del fuerte golpe. Jimin se arrodillo conteniendo la rabia que sentía. —¡Eres una bestia, Jungkook!
Ya nada cobraba el verdadero sentido para Jungkook, ni siquiera los desgarradores gritos de Jimin tratando de auxiliar a su gato lo hacían. Tampoco, la mirada furiosa de su mejor amigo o los escoltas que venían a la lejanía en busca de cortar su cabeza por la traición que cometía. Borrosa, la mente de Jungkook se aturdía con desesperó porque sabía que sus acciones eran malogradas por el sentimiento de estar con Taehyung y las amenazas de Namjoon.
Así que, en medio del quiosco, mientras la sangre brotaba de sus brazos y el ardor provocaba que maldijera entredientes, Jungkook odio el hecho que Jimin estuviera en la mansión. El pelinegro miro a su alrededor, notando los guardaespaldas que minutos atrás se desatendieron de Jimin, los dos gorilas tenían en sus manos pistolas que apuntaban su cabeza.
—¡Deténgase! —uno de ellos exclamó acelerando su paso sin dejar de apuntar el arma.
—¡Señorito Jimin!
El rostro del doncel se empapaba de lágrimas al ver que Gang-yan no reaccionaba, su bola de pelos respiraba pero no mostraba signos de abrir sus lindos ojos. En un arrebato de ira, Jimin se levantó cargando a Gang-yan hasta los sofás del quiosco, lo acostó con cuidado y se volteo bruscamente cuando los pasos resonando contra el piso avisaron que Jungkook venia hacia él.
Dos disparos cortaron el aire siendo el inicio de un vendaval de balas.
Al mismo tiempo, Jungkook aprovechó para lanzarse contra el cuerpo del doncel, obligándolos a quedar detrás del sofá.. Ambos se golpearon fuertemente contra el piso, pero no lo suficiente para soltar más que unos cuantos quejidos.
