Corea habia sido dividida por el bando de la familia Min y Kim, dos grandes mafias que controlaban cada movimiento de sus territorios. El líder Min en busca de encontrar la debilidad de los Kim, no esperaba llevarse la inesperada sorpresa de obsesio...
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En medio de la carretera, el viento soplaba en dirección opuesta del grupo que miraba con atención al jefe de los Min. Los movimientos eran analizados de forma inquietante y cautelosa. La tensión recorría la piel de Jimin al ser rodeado por las 15 personas que habían ido en su búsqueda, mientras, el enfoque de sus ojos mieles se mantenía en los azulados que brillaban con enojo.
—¡Nadie se mueva! —grito el doncel, presionando el cañón de la pistola contra la sien de su rehén.
La orden tajo de raíz el amague que hicieron los guardaespaldas con el fin de apuntar sus armas a Yoongi. Cada uno de ellos trago en seco al entender la determinación del doncel, como si en cualquier instante tuviera el valor de dispararle a su hermano. Porque ciertamente, la identidad de aquella persona en potestad de Jimin, era nada más que el mismo Kim Namjoon
Parte de los subordinados se preguntaban el cómo su líder había terminado de una manera tan miserable, dependiendo de las decisiones del pequeño Kim que siempre causaba problemas. Y es que, para el territorio de Busan, Jimin era simplemente eso, una piedra para avanzar y superar a los Min. Si un problema surgía, ellos sabían que Jimin estaba involucrado, después de todo así era desde su adolescencia.
—Si alguno de ustedes llega tan solo lastimar a ese hombre... ¡Su queridísimo líder estará muerto! —espeto, sabiendo la grane mentira que decía.
Jimin no lo demostraba, pero su límite había llegado al final y ahora, solo quedaba agotar sus oportunidades para detener la mierda que se tiraban los dos territorios. Él lo comprendía, estaba siendo tan solo un poco iluso al desear detener la enemistad que por años se cernió sobre Corea.
—¡Estas ordenando estupideces! —expreso Namjoon, resoplando. —¡El hombre que esta justo en la mitad de la carretera es nuestro enemigo!
—Es el tuyo, mas no el mío.
—¡Como te atreves Kim Jimin!
Las lágrimas se fueron secando en las mejillas del doncel, esta vez, la armadura que portaba Jimin era dura y resistente. Aunque nunca en su vida se había sentido tan claro y firme con algo, lo hacía por él, porque el cansancio en sus hombros y el peso de intentar ser perfecto estaba sobrepasándose al punto de empujarlo a serlo.
Jimin retuvo de nuevo el cuerpo de Namjoon, empleando más fuerza para inmovilizarlo. En un instante, observo al pelimenta y su corazón se agito en preocupación. Concluyo que Yoongi estaba peor que él, su brazo tenía un pedazo de trapo, reteniendo la sangre de una herida desconocida, mientras en su rostro tenía múltiples raspones que debían ser tratados.
—Sabes que estás haciendo mal. Min Yoongi es un pobre perro que me culpa por la muerte de mi difunta esposa. —Namjoon se zarandeó, pensando de donde salía la fuerza de Jimin. —¿Acaso no entiendes el daño que le hace a nuestra familia?
