34 | Te elegí a ti

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34 | Te elegí a ti

Kiran

Seguramente esté loco.

No tuve tiempo para arrepentirme cuando ya estaba aquí, enfrente de su casa.

Llevaba unos días evitando este momento. Tras mi conversación con ella, había quedado aún más confundido y además había notado lo poco que quería hablar conmigo.

Por mi cabeza pasan recuerdos en aquel armario y niego, aunque la atracción que sentíamos el uno por el otro no se había ido, eso no cambiaba el hecho de que el problema seguía ahí.

Al ver que no estaba dispuesta a hablarlo, debo decir que pensé en olvidar el tema. Siempre es más fácil huir, supongo que es algo natural en el ser humano y yo ya estaba más que acostumbrado a hacer exactamente eso con mi padre. Cada vez que surge un inconveniente con él, mi respuesta es ignorarlo y hacer como si no hubiese ocurrido nada para evitar el conflicto.

Pero Miller no era mi padre ni alguien cualquiera.

Ella era diferente, era mi excepción. Y tenía la certeza que también era mi debilidad, sin embargo no me molestaba para nada. Eso no me hacía sentir débil, al contrario.

Sentía que con ella era mi mejor versión, por ello ahora mismo me había tragado mi orgullo y estaba frente a la entrada de su hogar.

No quería evadir el problema o no prestarle atención a sus sentimientos, no se lo merecía. Deseaba resolver todo, costara lo que costara, porque aunque hubiera alternativas más fáciles estaba seguro que lo mejor era hablarlo.

Quería empezar bien con esto que había entre nosotros, y sabía que la comunicación era algo esencial.

Quería esforzarme para merecerla.

Mi vista se alza ante la barra de metal que se encuentra pegada a la fachada, la misma que ella usó cuando se escapó conmigo por primera vez al fin de tus problemas. Aferro mis dedos al hierro frío y sin pensármelo dos veces, apoyo mi pie derecho en él para impulsarme hacia arriba.

Tal vez esté cometiendo una locura, pero ahora no hay tiempo de arrepentirme.

Mis músculos se tensan al hacer fuerza para comenzar a escalar. Pienso que en cualquier momento podría resbalarme, sin embargo mi agilidad me permite alcanzar la ventana sin problema.

Mi vista se dirige al suelo y aunque no padezca de vértigo, la altura me sorprende.

Vuelvo a mirar a través del cristal que efectivamente daba a su habitación. El reflejo del sol incidiendo en él no me deja apreciar mucho, así que no sé con seguridad si ella se encuentra dentro o no. Decido comprobarlo.

Con solo una mano difícilmente agarrándose a la barra de metal, trato con la otra de abrir la ventana. Era pesada y debía empujar hacia arriba hasta abrirla, lo que dificultaba mi misión. Con algo de sobreesfuerzo logro levantarla lo suficiente para dejar el espacio perfecto para colarme por ahí.

Una parte de mí me grita que lo que pretendo hacer está rozando el límite de la cordura y tal vez podría considerarse acoso. O peor, allanamiento de morada.

No obstante, no tenía otra opción. Si aparecía en su portal, lo más probable es que ni siquiera estuviera dispuesta a abrirme la puerta, o en el peor de los casos podría aparecer su padre. Era consciente de que el señor Miller no era idiota, estaba seguro que sospechaba que había ocurrido algo entre su hija y yo, y presentarme en su casa creo que no era lo más sensato si no quería convertirme en su nuevo saco de boxeo.

Bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora