Capítulo 5

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Los alaridos retumbaron en la espesura del bosque y provocaron que las aves, resguardadas en la oscuridad, salieran volando, espantadas. Eso llamó la atención de Sanji. El cocinero miró las copas de los árboles y escuchó el eco de la voz de su capitán agitar las ramas y las hojas secas. Robin, que andaba en su mundo, se detuvo y le miró.

–¿Sucede algo? –preguntó extrañada.

–Que Luffy es un escandaloso. –dijo Sanji, retomando su camino y exhalando el humo de su cigarro.

–¿Crees que habrán encontrado algo? –dijo Robin, comenzando a caminar cuando Sanji la alcanzó.

–Por los gritos, seguro que un escarabajo raro o algo así. –dijo desinteresado mientras abría un camino entre la maleza para que Robin pasara.

–¿Y nosotros encontraremos algo? –dijo ella distraida, mientras afirmaba el agarre de su mochila.

–Pues no sé. Yo no veo nada... Ni siquiera sabemos qué estamos buscando. –dijo Sanji algo molesto. Estaba así desde que habían encontrado el cadáver, pues ese pequeño detalle no le había hecho pizca de gracia.
¿Por qué estaba el cuerpo allí? ¿Lo habían dejado diez años allí sentado? ¿No lo podían despegar del árbol? ¿Y él cadáver de la niña?

–El señor Oak no me negó que el monstruo no existiera. –añadió entonces Robin.

–Me estás tomando el pelo, ¿verdad? –dijo Sanji, mirándola de reojo.

Ella sonrió en respuesta, mostrándole una bonita curva en sus labios. El cocinero solo pudo suspirar enamorado.

–Ahh... Que bella sonrisa, mi querida Robin... ¡Dichosos los ojos que me han dado para poder contemplarte! –vociferó apartando ramas de pino de por medio, extrañamente motivado.

Y así continuó, hablando y hablando, pero su receptora había dejado de escucharlo. Robin se había detenido por culpa del sonido de unas ramas al partirse.
Cuando siguió el ruido con la mirada, está chocó súbitamente con un ciervo. Este, estático, la miraba con ojos huecos. De hecho, no supo adivinar si la miraba a ella o no.

Robin miró sobre su hombro, para comprobar si había algo más, pero solo estaban ella y el ciervo.

Cuando volvió a clavar sus ojos en los del animal algo se removió en su interior. No podía apartar la mirada. Era perturbador. Morboso.

«–El bosque está tenso cuando el Glicina vaga. Es como si todo te observase para alertarle.»

Recordó, inevitablemente, las palabras del ciego y algo se removió en su estómago. Tragó saliva y otro ruido externo la sobresaltó.

Robin miró al frente, justo para ver una cuerda danzar en el aire, entre los árboles, y dar un fuerte latigazo. Una trampa. El grito de Sanji no tardó en llegar.

–¡Sanji! –ella lo llamó, inquieta.

Volvió a mirar en dirección al ciervo y un frío instantáneo se posó sobre ella al ver que el ciervo ya no estaba.

–¡Robin!

La llamada del cocinero la sacó del trance, y sin pensarlo corrió por donde Sanji había avanzado. Llegó un momento donde el camino que el cocinero había creado se cortaba, pero no había rastro de él.

–¿Sanji? –alzo Robin la voz. Un carraspeo la hizo mirar hacia arriba.

–Aquí arriba. –le señaló Sanji, que colgaba de un árbol por uno de sus pies.– ¿Qué tal, querida?

Robin suspiró aliviada y dejó su bolsa en el suelo. Cruzó las manos sobre su pecho y murmuró unas palabras.
Al instante dos brazos crecieron en el tobillo del cocinero, que lo desataron de su atadura.
Esté cayó desde una altura considerable, pero se las arregló para caer de pie.

𝕭𝖆𝖏𝖔 𝖑𝖆 𝖘𝖔𝖒𝖇𝖗𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝖒𝖎𝖘𝖒𝖔 𝖆𝖗𝖇𝖔𝖑 (One PieceXReader/OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora