Capítulo 6

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–Muy bien, Ramita. Ya está casi todo listo. –dijo Mirlo con una sonrisa orgullosa en su rostro.– ¿Preparada? Cierra los ojos. 

La pequeña Myrra cerró los ojos, mientras que sus pies se balanceaban nerviosamente, hacia delante y detrás, por culpa de estar sentada en una silla demasiado grande para ella. Ella y su padre habían dejado la cabaña hacía una media hora, para dar un paseo por el bosque. Mirlo cargaba con una silla y un saco que descansaba en su hombro.

Cuando llegaron a un pequeño claro, Mirlo posicionó la silla y Myrra se sentó en ella, impaciente. Entonces, su padre desplegó el saco que había traído sobre el suelo y cogió lo que parecía una enorme y pesada hacha. La dejó sobre las manos de su hija, que casi se cae por el peso. Su padre no pudo reprimir la risa.

–¡Joo! ¡Papá! ¡Que pesa! –se quejó por el susto.

–Cuidado, Ramita... Aún es mucho para ti, pero estoy seguro de que algún día sabrás manejarla bien.

Mirlo la ayudó a sostenerla bien. Pasó la mano por el liso y nuevo mango. Myrra se vio reflejada en la hoja. Su padre deslizó los dedos por la estructura de madera y se detuvo en un relieve que había grabado el mismo. La cornamenta de un ciervo macho. 

–La he tallado y afilado yo. –entonces dio varios toques al relieve.– Te gustan los ciervos, ¿no?

Myrra miró el arma con los ojos bien abiertos, radiando asombro. Entonces miró a su padre, esbozando una amplia sonrisa. Su primera hacha propia.

–¡Me encantan! Gracias, papá.

Entonces Mirlo se giró y cogió lo que parecía un pequeño taco de madera. 

–Vale... Extiende las manos. 

La niña obedeció al instante, dejando con esfuerzo el hacha a un lado y poniendo sus manos en una posición similar a un cuenco, luego cerrando fuertemente los ojos. Enseguida sintió un ligero peso en sus manos y miró despacio. Myrra distinguió entonces la pequeña estatuilla de un mirlo, tallada en madera con una asombrosa delicadeza. Myrra lo miró expectante, hasta confusa. Le gustaba, pero, ¿por qué ese su segundo regalo?

–¿Es un mirlo...? –la pequeña carcajeó por la similitudes de la estatuilla con el nombre de su padre.

–Creo que es un poco egoísta, pero es para que nunca me olvides. –dijo envolviendo la figura en las manos de su hija con las suyas propias. Cuando habló, su voz tembló ligeramente.– Llévalo siempre contigo. Y recuerda bien una cosa Myrra... Que no sé te olvide nunca quién eres y por qué estás aquí.

"Que no sé te olvide nunca quién eres y por qué estás aquí

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"Que no sé te olvide nunca quién eres y por qué estás aquí."

Los verdosos ojos de Myrra se clavaban en el cielo azul. De repente había recobrado el control de su cuerpo, de su mente, de sus sentidos. Mantenía las manos aferradas a su adolorida cabeza y las rodillas hincadas en el húmedo suelo del bosque. Su pecho subía y bajaba rápidamente, ayudando al aire a abandonar sus pulmones, para luego invitarle de nuevo a entrar.

𝕭𝖆𝖏𝖔 𝖑𝖆 𝖘𝖔𝖒𝖇𝖗𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝖒𝖎𝖘𝖒𝖔 𝖆𝖗𝖇𝖔𝖑 (One PieceXReader/OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora