El bosque se mantenía tranquilo. En calma. Nada de lo que allí había perturbaba la verde aura. Nada. Sin embargo, estar tranquilo no significa estar bien, al menos para aquella inmensa arboleda.
En cierto punto, un majestuoso árbol mecía sus hojas como siempre hacía durante su larga vida. Todo el ecosistema que tenía dentro, vivía en armonía. Subía y bajaba por el tronco. Hasta que, en un momento, los gorriones de la parte mas alta, se vieron obligados a abandonar las ramas. ¿El motivo? Un temblor. Un temblor que se intensificaba a los pies del árbol. No había nadie para presenciarlo, pero ocurrió.
La tierra tembló; chispas rocosas comenzaron a formarse, y el suelo; el suelo erosionó. La húmeda tierra se dio paso para dejar camino a una mata. Una pequeña planta que creció rápida y presurosa. Un pequeño brote que se unió a otros muchos más que fueron apareciendo. Los brotes se enredaron, se cruzaron, se liaron... hicieron de todo para resultar en un amasijo de madreselva. Madreselva que siguió creciendo hasta que al verde lo sustituyó la carne, el pelo, y el tejido de unas prendas. Boca arriba y con tenues rayos de sol rozándole las mejillas, Myrra abrió lo ojos en mitad del bosque. Miró las copas de los árboles y prestó más atención.
Había vuelto.
Solo había estado algo más de 24 horas sin utilizar sus habilidades, pero se había sentido como una prisión pequeña en la que no podía si quiera estirar las piernas. Ahora, volvía a sentir una tremenda sensación de espacio y libertad. Aún seguía algo aturdida, pero aquello no fue motivo para que no esbozara una tenue sonrisa para si misma. Se quedó tumbada en el húmedo suelo. Se estiró y sin moverse mucho hundió las manos en la tierra. Su sonrisa se ensanchó al oír los susurros de los arboles más cercanos. Todos ellos sorprendidos por su repentina aparición. Y de repente, el bosque parecía aún más vivo.
Alzó las manos para vérselas y observó que sus magulladuras se habían ido. Podía volver a regenerarse. Una risa se hizo presente en ella cuando llevó la mano a su rostro y notó que tenía la nariz en perfecto estado. Se incorporó para quedar sentada y su risa perduró. ¿De qué se reía? Ni si quiera ella lo sabía, era una simple risa tonta. Myrra volvió a hundir las manos en la tierra y cogió un puñado del suelo mojado. Olía bien y refrescaba. Lo palpó con las manos y suspiró aliviada. ¿Cómo podría dejar todo eso?
El vello de la nuca se le erizó al sentir una pequeña brisa, o más bien dicho, un pequeño resoplido. Myrra, rápidamente, se dio la vuelta para descubrir a un ciervo macho parado a centímetros de sus espaldas.
—¡Cervo! —estalló la joven de repente al reconocerlo.
Myrra se levantó lo justo para abrir los brazos y que el animal se dejara caer sobre ella, revolcándose a su lado y bufando de alegría.
—¡Cervo...! ¡Siento mucho haberme ido...! —lloriqueó Myrra mientras que se abrazaba y besaba al animal como si no lo hubiera visto en años.
Tras saludarle y tranquilizarse, Myrra se incorporó, Cervo le copió, y ambos iniciaron una marcha lenta hacia la cabaña.
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𝕭𝖆𝖏𝖔 𝖑𝖆 𝖘𝖔𝖒𝖇𝖗𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝖒𝖎𝖘𝖒𝖔 𝖆𝖗𝖇𝖔𝖑 (One PieceXReader/OC)
AventuraTras salvar la isla Gyojin y emerger al Nuevo Mundo, la tripulación de los Sombreo de Paja está en busca de una nueva isla y una nueva aventura. Sin embargo, antes de poner rumbo, el carpintero, Franky, le pide a su capitán hacer un pequeño desvío h...