16. Wildest Dreams

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...

(Matias' Version)

Sus manos se apoderaron de la cintura de la chica mientras que sus labios seguían empeñados en recorrer cada rincón de su boca, siendo acompañados ocasionalmente por su lengua, la cual de vez en cuando se colaba en las caricias a medida que el beso iba subiendo de tono.

El corazón le latía como loco no sólo por la pasión del momento que estaban compartiendo, sino también por el hecho de que, después de tanto tiempo, finalmente podía sostenerla entre sus manos como tanto había soñado y deseado, sin importar nada. Ya no había preocupaciones, miedos o timidez, ambos tenían claro en lo que se estaban metiendo y estaban encantados de poder sumergirse el uno en el otro.

No importaba si estaban nadando o si se estaban ahogando, para Matías, lo único que pesaba en ese preciso instante eran las manos inquietas de Isabella recorriendo su pecho en busca de algún lugar de su cuerpo al cual aferrarse para no volver a soltarlo jamás.

Todo enojo, decepción y tristeza que había podido llegar a sentir hace menos de una hora estaban siendo arrastrados por cada una de las caricias que la chica le proporcionaba conforme las yemas de sus dedos subían por su cuello, poniéndole la piel de gallina antes de perderse en su cabello.

Sus manos se escabulleron por las caderas de Isabella, desapareciendo por debajo de su falta para así sujetarla por los muslos con la finalidad de que envolviera las piernas alrededor de su cintura, lo cual la chica no dudó ni por un segundo.

—¿Qué se supone que estamos haciendo? —Susurró ella contra sus labios, aferrando uno de sus brazos a su cuello para sostenerse mejor.

—Reconciliarnos, obvio —Respondió Matías, caminando de espaldas hasta sentarse sobre la cama, aún con ella encima.

Aprovechó el cambio para bajar los besos por su cuello, recorriendo con los labios cada centímetro visible de su piel sin poder evitar sonreír al percatarse de los suaves suspiros que se escapaban de la boca de su tan adorada castaña, mientras que con las palmas comenzó a explorar sus muslos entre delicados apretones, deleitándose al escuchar cada uno de sus jadeos y su respiración descontrolada.

Matías podía asegurar que, en definitiva, cada segundo de todo el esfuerzo que había puesto no sólo en traerla hasta él, sino también en conquistarla, había valido la pena por completo. Ahí, con ella entre sus brazos y sobre sus piernas, estaba formando su nuevo recuerdo favorito.

—¿Qué pensarían los del artículo de saber que tengo a la nueva chica de Enzo Vogrincic deshaciéndose entre mis brazos? —Su voz estaba plagada de sarcasmo y soberbia mientras habla y se detenía para morder parte de la piel de su cuello.

—¿Importa? —Isabella se mordió el labio en un intento de silenciar los sonidos que buscaban seguir escapándose de su boca—. Probablemente dirían que también soy la nueva chica de Matías Recalt. Todo un escándalo.

Alzó una ceja ante sus palabras, envolviendo el brazo en su cintura para aprovechar su distracción y, en un ágil movimiento, dejarla recostada con la espalda sobre el colchón, tomando lugar encima de ella con cuidado de no hacerle daño.

—¿Cómo que también? —Se inclinó sobre ella, apoyando una de sus manos al costado de su cabeza para sostener su peso—. Nada de también, Val. —Murmuró, volviendo a unir sus labios con los de la castaña, quién gustosamente correspondió el beso una vez más durante algunos segundos.— Lo único que te salva en este momento es que seguramente el metido de tu primo está esperando la resolución de esta conversación.

—Para nuestra mala suerte, tienes toda la razón del mundo. —Susurró durante el beso, aunque para Matías no pasó desapercibido el hecho de que una de sus pequeñas manos estaba tratando de colarse por debajo de la tela de su camiseta.

—Al parecer no te interesa demasiado —él imitó su acción, llevando la mano libre hasta el borde de la blusa que en ese momento parecía estorbarle —. Pero los dos podemos jugar a eso.

Sus dedos acariciaron la parte de su abdomen que no quedaba cubierta por la tela de su ropa, formando un camino de pequeños círculos con sus yemas antes de finalmente deslizarse por debajo de la prenda, subiéndola conforme su mano se iba abriendo paso por su cuerpo.

—Qué curiosa reconciliación —la vista de Isabella se encontraba fija en las acciones del castaño, pues cada nueva caricia le provocaba un escalofrío.

—Podría ser aún mejor, pero la primera vez que estemos juntos no será porque este haciéndote olvidar a alguien más, sino porque lo necesites tanto que no te quede más opción que pedirlo —su vista se perdió en el abdomen ahora ya descubierto de la chica, llevando su atención a las líneas de tinta que parecían adornar parte de su piel— ¿Y eso? No sabía que tenías tatuajes.

Isabella lo observó un tanto incrédula, probablemente debido a las palabras que salieron de su boca antes de cambiar el tema, a lo cual él se encogió de hombros con una sonrisa ladina.

—Sólo tengo dos —respondió con una risita, subiendo un poco más su blusa con su mano para permitirle observar a la perfección las delicadas letras que decoraban parte de su costilla derecha—. Este y otro más.

—¿Dibujaste estrellas alrededor de mis cicatrices? —Leyó, recorriendo con el dedo cada una de las palabras que componían aquella frase, ante lo cual la chica asintió—. ¿Y quién lo hizo?

—¿La verdad? —Matías respondió con un asentimiento—. Hasta ahora, nadie.

—Entonces déjame ser el primero —volvió a inclinarse sobre su cuerpo, aunque esta vez para poder acercar su boca hasta el lugar en el cual descansaba el tatuaje—. Puedo besar cada una hasta que se te olvide que existen. —Concluyó contra su piel, comenzando a repartir pequeños besos por toda la zona.

—No necesito que las desaparezcas —susurró ella, llevando una mano hasta su cabello, donde enredó los dedos entre caricias—. Me basta con que las aceptes.

—¿Acaso no te ha quedado claro que yo aceptaría lo que sea que venga de vos? —El castaño alzó la mirada, observándola desde su lugar—. Ya te lo he dicho. Podés hacer y deshacer conmigo y no me va a importar.

Y hablaba en serio, pues acababa de confirmar que un beso suyo bastaba para desaparecer cualquier rastro de cordura de su mente.

—¿Por qué? —Isabella llevó su mano hasta una de las curiosas palmas del chico, tomándola para entrelazar sus dedos—. ¿Por qué yo?

Matías se tomó un segundo para meditar sus palabras, aún sin romper el contacto visual entre ambos. La realidad era que tampoco tenía la respuesta a esa pregunta, ya que él también se preguntó lo mismo luego de ver aquellas fotos.

¿Por qué le gustaba la prima de su amigo? ¿Por qué la misma chica que a Enzo? ¿Por qué se encaprichó con ella sin siquiera haberla conocido? ¿Por qué disfrutaba tanto de verla debajo suyo, con el cabello alborotado y los labios rojos debido a sus besos? Al igual que ella, tenía tantas preguntas sin respuesta.

Simplemente no lo sabía, pero tampoco importaba, pues quién sabía todo en la vida. No le importaba nada más que el que esos preciosos ojos verdes mantuvieran la mirada fija en él, y haría lo que fuera para que así siguiera siendo.

—No lo sé, pero has sido vos desde el inicio. Y quiero ser yo quien sea el final para ti, pero voy a dejar que eso lo decidas vos.

...

"Say you'll remember me
Standing in a nice dress
Staring at the sunset, babe
Red lips and rosy cheeks
Say you'll see me again
Even if it's just in your
Wildest dreams"

...

Sólo me voy a limitar a decir que ningún team cante victoria aún.

𝐎𝐮𝐫 𝐂𝐢𝐧𝐧𝐚𝐦𝐨𝐧 𝐆𝐢𝐫𝐥 ; Enzo Vogrincic y Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora