-¿Acaso están locos?- le digo a mis hermanos quienes me piden que baje la voz.
Francesca, Dante y yo estamos en el jardín de nuestra casa. Lucian está cocinando la cena- porque sí, sabe cocinar para sorpresa de todos- y mis hermanos me están pidiendo que haga lo más estúpido que se les ha ocurrido.
Quieren que entrene a Lucian. Quieren que le enseñe cómo utilizar la magia y los hechizos a Lucian West, el mayor asesino de hechiceros en el planeta.
No sé por qué pregunto. Es obvio que mis hermanos han perdido la cabeza y no están pensando con claridad. Una cosa es tener al enemigo viviendo con uno- por eso está el dicho mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca- pero otra diametralmente distinta es darle un arma para que acabe contigo y es eso lo que me están pidiendo que haga.
-Vamos, es una buena idea- argumenta Dante con su tono pacífico de siempre- Si alguien viene a atacarnos como la última vez, nos serviría tener un par de manos extra que nos ayuden.
-Él sabe luchar. Con eso es más que suficiente.
-Un cuchillo no es mejor que nuestros hechizos y lo sabes muy bien, Elysia.
Ruedo los ojos y niego con la cabeza. Francesca se ha mantenido al margen de esta discusión en todo momento, pero yo sé que está de lado de Dante. Por alguna razón, lo ha estado desde que Lucian llegó a nuestras vidas ya hace ¿cuánto? ¿Un mes? Quizá un poco más. Lo cierto es que se ha sentido una eternidad.
-Si tanto te importa que Lucian aprenda a usar su magia, ¿por qué no le enseñas tú?- pregunto a Dante cruzándome de brazos al mismo tiempo.
-Tú eres la mejor entrenadora, Ely- dice Fran con dulzura, como si adulándome fuera a convencerme de aceptar- ¿Recuerdas cuando Dan intentó enseñarme?
Dan no es el mejor profesor cuando se trata de Francesca. Conmigo no hubo ningún problema, principalmente porque aprendíamos juntos, pero con Fran fue diferente. Uno de los mayores defectos de Dante es que no le gusta que las personas sean mejores que él en lo que se supone que es el mejor, en este caso, el uso de la magia. Para poder enseñar, hay que dejar todo el ego de lado y ser feliz cuando el aprendiz se vuelve maestro. Eso es algo que Dan no puede permitir en su cabeza, no entiendo por qué.
Me quedo en silencio porque Fran tiene un punto. Ella no puede enseñarle a Lucian porque sigue entrenándose y Dan es el peor maestro que pueda existir, pero eso no quiere decir que yo quiera entrenarlo.
Si dejamos de lado el tema de que no confío en él y siento que enseñarle magia es peligroso, no querría enseñarle por otras razones. Es insoportable, no podemos estar en el mismo espacio físico sin discutir y pienso que es presuntuoso, lo que me molesta un montón. Se cree mejor que los demás y odio sus bromitas "inocentes".
-No lo voy a entrenar- dictamino, ganándome una mala mirada por parte de mis dos hermanos.
-Pensé que ya habíamos pasado la fase de desconfianza aquí...
-¡No es por eso!- miento- Pero no lo soporto. Les juro que si lo dejan solo conmigo cinco minutos terminará enterrado vivo bajo ocho toneladas de cemento.
-Y por eso eres la mejor para este trabajo, Elysia- Dante se acerca a mí y pone su mano en mi hombro- Eres la única que podría bajar los humos de Luca en caso de que se le suban a la cabeza.
Debo admitir que eso es tentador. ¿Arruinar el ego de Lucian? ¿Matar todas sus ilusiones de ser un gran hechicero? ¿Hacerlo sufrir en el camino?
Podría atormentarlo tanto con el entrenamiento que podrían suceder dos cosas. Primero, se aburriría de mis malos tratos y me diría que ya no quiere seguir entrenando o escaparía, dejándonos en paz a los tres.
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La magia perdida
Fantasy¿Podrías perdonar a la persona que asesinó a tus padres cuando tenías solo ocho años? Esa es la pregunta que se hace Elysia Baggio, una de las últimas hechiceras del planeta quien, junto a sus hermanos Dante y Francesca, buscan una forma de sobrevi...