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El día siguió su curso pero con cierta tensión, más que nada para Nahi y para Lucía quien, realmente, no encontraba las palabras suficientes para decirle que no merecía lo que había sucedido.

Nahi había logrado calmarse, pero tenía la desgracia de que el edificio era pequeño, y no era complicado encontrarse con Santiago por el edificio, y aunque ella buscaba con desesperación ignorarlo, se le hacía un nudo en la garganta cada vez que lo veía. 

Al final del día, si le gustaba, y eso terminó siendo la fuente de su dolor.

Su grupo decidió no pasar esto por alto e insistirle en salir a comer cuando salgan del colegio aquel dia. Y así fue, la llevaron a un lugar de pizzas, y le compraron entre todos un pocillo de tiramisú para animarla. Nahi sonreía, llenando de luz los corazones de sus amigos, quienes solo querían verla bien y animada.

Para el día siguiente, todo tipo de angustia estaba enterrada en el fondo de su cuerpo, pero fue reemplazado por sorpresa cuando vió a Santiago con un moretón en el pómulo y con cara de perro mojado. 

Se enteró luego que la responsable de aquello no había sido nada más ni nada menos que Martina. Sinceramente se sorprendió, y notó que aquello había sido lo que necesitaba para darse cuenta que realmente no merecía lo ocurrido.  E incluso, le sirvió para que Santiago no hiciese nada sobre la cachetada de Lucía.

Esta última se encontraba en el deposito de libros del colegio, organizandolos para que los estudiantes de primer año, año que cursaba su hermana, puedan usarla para sacar libros que necesitasen.

Levantó su mirada cuando la puerta se abrió y rodó los ojos al ver quien ingresaba.

- Mirá a quien me vengo a encontrar. - Dijo Felipe, riendo sarcasticamente.

- ¿Qué mierda haces acá? - Preguntó la menor.

- Vengo a ordenar los libros para mí hermana, ¿Tengo cara de que leo los libros que nos dan? - Dijo el de gorra, a Lucía, sin querer, se le escapó una sonrisa.

- Mientras no me rompás las pelotas, no me quejo. - Dijo ella, tratando de ser amable.

Para su sorpresa, Pipe era bastante eficiente en lo que debía hacer, lo cual era ver los libros y acomodarlos por materia. Él era organizado y relativamente callado. Mientras él organizaba su sector, Lucía se tomó el momento de mirarlo un poco. Llevaba la camisa del uniforme por afuera del pantalon, el sueter beige atado al cuello, los primeros dos botones estaban mal puestos y creyó ver que le faltaba uno, nisiquiera llevaba la corbata. Se había sacado la gorra cuando se le empezó a caer, pero ahora soplaba las mechas de su cabello lacio que le caían por el rostro. A Lucía le estresó escuchar sus constantes resoplidos y se le acercó.

- Levantá la jeta, dale. - Dijo ella. Para su sorpresa, el pecoso lo hizo, mirandola con confusion. Lucía sacó de su bolsillo dos hebillas rosadas y se las colocó de cada lado del rostro, sosteniendole el flequillo. - Me tenías harta con vos soplandote el pelo.

- No le digas a los chicos que me puse esto. - Río un poco Pipe.

- Ahre, ¿Por qué?

- Y porque van a joderme con que soy un puto y esas boludeces. - Dijo, quitandole peso. - Ba, Matías en realidad.

- ¿Por qué serías amigo de gente que te diría esas cosas? - Dijo Lucía, como si fuese una obviedad.

- Son mis amigos. - Se alzó de hombros.

- Si alguno de mis amigos le dijera eso a alguien, yo lo mato. - Dice Lucía, sin mirarlo.

- No hace falta que te metas, tampoco. - Dijo rápido Felipe, con algo de enojo en su tono.

Lucía lo observó con el ceño fruncido, cansada de esas actitudes.

- Estamos hablando bien y te pones así. Entiendo porque sos amigo de esos pelotudos, sos igual que ellos. Incluso creo que sos de los peores. - Soltó con desprecio.

- Bue, y ni hablemos de tu grupo porque no termino más. - Dijo Felipe, haciendo que Lucía alze una ceja. - Son unas mogolicas todas y los dos varones tienen una falta de neuronas impresionante. El pelotudo de Mateo y vos hacen la dupla de tarados: él no puede formular una idea coherente y vos te haces la linda cuando ni el mono más feo te daría pelota.

Lucía lo miró, casi con decepción en sus ojos. Le tiró la pila de libros que estaba sosteniendo, sintiendo sus ojos aguarse un poco.

- Sos un pelotudo, Felipe. No te quiero ver cerca mío o de mis amigos. - Lo miró con ojos llenos de odio. - Cuando aprendas lo que es estar en un grupo sano de amigos, vas a entender el odio que estoy sintiendo por vos. Estás muerto para mí.

La puerta se cerró de un portazo, dejando atrás al pecoso rascándose la nuca, sabiendo que la había cagado.

Lucía se metió en el baño de chicas y se miró en el espejo. Pasó sus dedos por debajo de sus ojos, limpiando las lágrimas, tratando de no correr el rimmel. Observó sus pestañas húmedas y trató de encontrar la belleza en estas, belleza la cual Felipe le estaba haciendo cuestionar. Se acomodó el cabello, pretendiendo que estaba todo el orden, pero en el instante en el que volvió a ver su reflejo completo, sus ojos empezaron a picar nuevamente.

gorgeous ♟️; Juani Caruso / male readerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora