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- Vayan bajando, vamos a buscar donde estacionar con Santi. - Dijo Nahi, cuando se estaban quedando sin canciones en la playlist y aún no encontraban lugar.

Sus amigas bajaron para ir hacia la casa de Blas, mientras que la castaña y el rubio se quedaron en el auto, buscando por dónde estacionar.

- Creo que por acá tiene que haber. - Dijo Santiago mientras giraba en una cuadra.

Al terminar la curva, la mano del cordobés fue a la pierna de la chica, dejando pequeñas caricias allí a la par de que manejaba con una mano. Nahi se tensó un poco, su piel se erizó ante el tacto, pero de a poco se fue acostumbrando.

- Acá creo que está bien. - Dijo el rubio, sacando su mano de la pierna de la chica y empezando a estacionar. - ¿Vamos?

- Bancame. - Dijo la chica mientras sostenía un espejito y se pintaba los labios de nuevo, saliéndose de la línea sin querer.

Antes de que pudiese corregirlo ella, Santiago se había inclinado para sacar el sobrante de labial con su dedo.

- ¿Ahí? - Pregunta Nahi, ya habiendo guardado su maquillaje.

- Ujum... - Dijo Santiago, concentrado en sus labios más que en sus ojos.

Luego de pequeñas miradas cómplices, Santiago no tardó en abalanzarse sobre sus labios, besandolos con profundidad. Las manos de él bajaron a su cintura, con el objetivo de atraerla más hacia él. Nahiara trataba de seguir el paso a su beso pero Santiago estaba desesperado. Una de sus manos le desabrochó el cinturón y con suma facilidad alzó su cuerpo, poniéndola sobre su regazo.

Las grandes manos ajenas acariciaban su espalda por debajo de la musculosa roja mientras disfrutaba de los húmedos besos en sus labios. Ella, por su parte, tiraba un poco de su cabello, sintiendo como el rubio apretaba su cuerpo contra el suyo ante esta acción, arrugando su ropa. Por un desafortunado movimiento de Santiago, el cuerpo de Nahiara chocó contra el volante, el fuerte sonido de la bocina le sacó un pequeño grito a la castaña y un jadeo de sorpresa al dueño del auto, que luego, ambas reacciones, terminaron en risas.

- Dios, me cagué toda. - Dijo Nahiara, algo hiperventilada, con el labial corrido y la musculosa arrugada.

- Me asusté más por tu grito que por el bocinazo. - Rió el rubio, quien tenía la boca y los alrededores de esta con el labial de la chica, y su pecho se movía irregular. - Creo que sí me voy a tener que limpiar un poco. - Sonrió avergonzado.

Nahiara tomó un pañuelo que tenía Santiago en el auto y le limpió el rastro de su labial en su rostro. Luego, le hizo sostener el espejito que usaba para verse al rubio, aún sentada en su regazo, para poder limpiarse y luego retocarse el pintalabios. Los ojos de Santiago estaban clavados en ella y en cada movimiento que hacían, el color azul de sus ojos brillaba mientras seguía cada una de sus acciones.

- ¿Vamos? - Preguntó el rubio cuando la castaña guardó los maquillajes.

Nahiara asintió con la cabeza, y fue sostenida por Santiago para bajar del auto, dejando sus pies en el suelo apenas pudo, le pasó sus cosas antes de cerrar la puerta, cerrar el auto y abrazar los hombros de Nahi con su brazo.

- Al fin llegan. - Dijo Mateo, tiritando de frío. - No sabíamos que timbre era y no tenemos señal.

- Perdón, perdón. - Dijo el cordobés, tocando el segundo timbre.

Algunas voces se escucharon en el pasillo antes de que Blas abriese la puerta, rápidamente analizó a todos con la mirada hasta encontrar a Manuel, embozando una sonrisa.

- Buenas, pasen. - Saludó el más alto, moviéndose para que pasen por un largo pasillo. Fue saludando a todos con un beso en el cachete hasta llegar al último, dónde cerró la puerta. Y fue guiando al resto hacia la casa.

La casa de Blas era bastante grande, pero tenía un solo piso, con un gran patio que tenía parrilla y una gran mesa donde estaban sentados Enzo, Juani, Simón y Kuku. En la cocina estaban Fran y Alfonsina terminando las ensaladas, y en la parrilla estaban Pipe con un hombre que ellas no reconocieron.

Las chicas se acercaron primero a la mesa, saludando a todos con un beso en el cachete, excepto a sus respectivas parejas.

- Hola, gorda. - Saludó Pipe, a Lucía cuando la tuvo cerca. - Parga, cuídame el asado un toque.

Felipe no llevaba remera puesta, tenía unos pantalones cortos con el escudo de River, y tenía las manos negras por el carbón y algo grasosas por la grasa de la parrilla.

- Ni se te ocurra tocarme con esas manos, Felipe, me vas a ensuciar toda. - Dijo Lucía, dando un paso hacia atrás.

- Dale, gorda, no seas mala, por lo menos un besito dame. - Suplicó Pipe, mirando a la castaña, quien no se pudo resistir a darle un rápido beso en los labios, dejando a Pipe con una sonrisa de oreja a oreja. - Él es Ema Parga, un amigo nuestro.

- ¿Cómo te va? - Parga estaba igual que Pipe básicamente, pero con unos pantalones cortos de Racing.

- Un gusto. Voy a ver qué onda los chicos, ahora vuelvo. - Avisó Lucía, antes de irse a buscar a Isabella, quien ya tenía la mano de Esteban en su cintura.

- ¿Que pasó? - Dijo al reconocer la expresión en el rostro de su amiga. Se excusó con Esteban para apartarse un momento de él.

- Gorda, ¿Viste al Ema ese? - Dice en tono bajo, para que nadie más la escuche.

- Te juro que te entiendo, pero teniendo a Esteban no miro a otro. - Rió un poco la mayor. - ¿Sabes a quien le va a re gustar? A Manuel, a Mateo y a Francisca. Te lo juro.

- Dios, literal. - Lucía buscó con la mirada a Manuel quien estaba en la cocina con Mateo, y les hizo señas para que se acerquen a dónde estaban. - ¿Vieron al que está al lado de Pipe?

- ¿A quien? - Dijo Manuel empezando a buscar con la mirada.

- ¿Dónde? - Mateo frunció un poco el ceño hasta que vio al hombre con los brazos cruzados al lado de Pipe, haciendo que abra su boca con sorpresa. - Nah, no puede.

- Chau. Que agradezca que estoy con la mirada en otro lado. - Dijo Manuel, alejándose automáticamente.

- Francisca ya lo vió. - Dijo Isabella señalando a la castaña que las miraba con la boca abierta, sentada al lado de Enzo.

gorgeous ♟️; Juani Caruso / male readerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora