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La casa de Lucía estaba llena de adolescentes: Mateo, Manuel, Martina, Francisca, Isabella, Nahiara y Santina, quien había vuelto de su viaje, estaban a su lado. Tomaban chocolate caliente, hecho por Manuel, y cookies caseras, preparadas por Mateo. Santina había puesto The Office en la tele y se distraían todos juntos. Martina y Francisca se incluyeron al instante, gracias a Lucía y a Nahiara más que nada. La noche no tardó en llegar, y los colchones fueron inflados por ambos chicos mientras sus amigas preparaban algo de cenar. Hicieron camas juntas y comieron mientras veían películas y chismoseaban. Se hicieron el skincare juntos, y ayudaron a Mateo quien nunca se había puesto una crema en la cara.

- ¿Cuando vas a abrir la cuenta? - Dijo Lucía, tomando de su vaso de coca cola. Todos estaban dormidos, excepto Mateo y ella.

- No sé, todavía me da cosa abrirla, no quiero más quilombo del que hay ahora. - Suspira el pelirrojo, poniéndose boca arriba en la cama.

- Ellos van a hacer quilombo si quieren, se la re mandan todo el tiempo y sin razón alguna, ya lo vimos hoy. - Lucía apoya su vaso y se tapa. - Pensalo, pero lentamente se la van a ir mandando con todos.

A pesar de que se durmieron tarde y mañana tenían que ir a la escuela, estaban contentos de haber pasado el día juntos y seguir en eso en la mañana en la escuela. Los chicos estaban tranquilos de que Lucía estaba tranquila y de que Felipe era solamente otro idiota irrecuperable.

Lo peor que tenían los viernes era que tenían educación física, cosa que todos en el grupo odiaban, pero más que nada Manuel y Mateo, quienes debían hacer ejercicio con el grupo de tarados, y todo empeoraba porque Simón había vuelto.

- Che. - Caruso llama la atención de ambos chicos de cuarto año, quienes lo miran con desgano. - ¿Ustedes andan viboreando de nosotros?

- Re dolido. - Rió por lo bajo Manuel, ganándose la mala mirada de todos.

Estaban bastante vulnerables todos, eran los vestuarios y debían ponerse la ropa deportiva. Todos los chicos estaban o a medio vestir o en ropa interior, incluso ellos.

- Dejá de hablar vos, Welsh. - Habló Juani con despecho.

- Tiene razón, ¿Por qué te duele tanto, Caruso? - Mateo se puso frente a frente con él, cruzándose de brazos, levantando la cabeza ligeramente por la diferencia de altura.

- No nos duele, García, nos rompe los huevos que inventen pelotudeces. - Replicó el rizado.

- No pensé que éramos tan relevantes para vos cómo para que llores así. - Dijo Mateo con burla, girandose para ponerse la musculosa deportiva.

- Pff. Imagínate si me va a doler lo que me diga un maricón mal cogido como vos.

Mateo se tensó por sus palabras. ¿Cómo sabían ellos?

- ¿Que mierda decís? - Dijo Mateo, girandose a verlo nuevamente.

- Te dije que sos un trolo, un puto mal cogido. - Sonrió con burla Juani.

Mateo se trató de abalanzar sobre él pero fue detenido por Manuel, quien envolvió su brazo por su cuerpo para detenerlo.

- Andate con tu novio, García, a ver si te garcha bien. Y a ver si después te animas a cagarme a piñas y decirme las cosas en la cara en vez de viborear. - Juani se puso la musculosa deportiva y  salió del vestuario, dejando tenso el ambiente para todos.

- ¡Soltame, Manuel! - Exclamó Mateo, liberandose del agarre de su amigo. - ¡Me tendrías que haber dejado que lo cague a piñas! - Exclamó Mateo, siendo arrastrado por Manuel afuera del vestuario.

- ¡Deja de gritar, Mate! ¡Basta! ¡Es una estupidez pelearse por la opinión de ese pelotudo! - Manuel lo zarandeó un poco por los hombros. - Ya después podemos decirle a Enzo, a Kuku o a Fran lo que pasó y van a tomar medidas, pero hasta de querer solucionar todo así.

Manuel lo soltó, entrando al vestuario de nuevo.

No hace falta decir que la clase fue pura tensión luego de eso. Mateo nisiquiera quería jugar, pero no podía dejar solo a Manuel con los chicos, que a diferencia de él, tenían los brazos marcados y las piernas muy fuertes.

El enojo sin duda ayudó en el juego, y ganarles fue mucho más satisfactorio que lo que hubiese sido antes.

Claramente todo lo sucedido fue chismoseado con sus amigas quienes estaban en clase de voley.

- Acordate lo que te dije, Mateo, lentamente se la van mandando. - Dijo Lucía, dejando a Mateo sumamente pensativo.

Tenía un punto, era verdad, pero aún tenía a Manuel, quien insistía en que hacerlo solo generaría problemas y era lo que menos querían, Isa insistía con lo mismo. Pero el resto aún estaban seguras de que era algo necesario.

Volvieron a cambiarse para seguir con sus clases regularmente, ya que tenían educación física en la mañana y luego les quedaba estar en la escuela hasta tarde.

El ejercicio les dió hambre a todos, así que en el recreo bajaron todos al kiosco, excepto Manu, quien le dió el dinero a Nahiara para que vaya a comprar lo de siempre y dijo que quería ir al aula de música un rato.

Para la desgracia de todos, y más la de Santina, quien atendía en la caja hoy era Simón.

- Mirá lo que me trajo Brasil. - Habló con Santina, quien miraba su billetera, tratando de ignorarlo.

- Hola a vos también, Simón.

- Viniste bronceada, eh.

- Eso pasa cuando estás en la playa. Dame un jugo y un sánguche. - Pidió, aún sin mirarlo.

- Estás malhumorada hoy. ¿No estás feliz de verme? - Insistió el de barba.

- Usualmente no disfruto ver pelotudos. - Le pasó la plata, sonriendo falsamente. - Pensé que te iban a echar.

- Aparentemente fumar en los baños no es suficiente para que me saquen. ¿Haces algo el finde? - Insinuó, pasandole lo que había pedido.

- Chau. - Santina nisiquiera respondió y salió de la fila con sus cosas.

- Para, nena. - Simon salió de la caja como si nada, siguiendo a la de cabello largo.

- Que boludo es. - Dijo Martina, pasando enfrente ya que era su turno de comprar.

- Decimelo a mi que soy la prima y me lo tuve que fumar en mi casa. - Dijo otra chica rubia quien ahora estaba en la caja.

- ¿Sos la prima de él? - Río Martina.

- Sí, es insoportable, pobre de Santina... Soy Alfonsina. - Dijo sonriente la mencionada.

- Soy Martina.

Rápidamente compró y al girarse y ver a sus amigos hablo en semi silencio "me enamoré".

gorgeous ♟️; Juani Caruso / male readerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora