Nunca cenes láudano

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- ¿Le apetece un canapé de algas al roquefort, señor Crowley? - vestido de oso panda con delantal, el demonio Hastur se acercó a Crowley con una extraña bandeja hecha con una caracola gigante. El pelirrojo retrocedió, y al hacerlo se fijó en las chanclas blancas que llevaba en lugar de sus zapatos de piel de serpiente habituales, de las cuales asomaban los dedos con pedicura dorada. Mientras se preguntaba por qué diablos llevaba las uñas pintadas, estuvo a punto de chocar con Sandalphon, que bailaba un cha cha chá con Metatrón, ambos en pijama y con un pequeño tutú con lentejuelas. Sintiéndose perdido, Crowley miró a su alrededor y suspiró aliviado cuando vio a Azirafell aproximarse rápidamente a él. Su ángel estaba francamente elegante, con pantalón y chaleco negros y camisa burdeos. Los pequeños cuernos rojos asomando de sus rizos dorados y el rabito terminado en punta no le quedaban nada mal, pensó. - Te he buscado por todas partes, mi precioso ángel -dijo, y le abrazó. Crowley le dio un casto besito en la mejilla para corresponder a sus atenciones, pero aquel diablillo rubio le respondió con un beso en los labios que le dejó totalmente sorprendido. Sin embargo, no tardó en corresponder al beso, y abrazar con fuerza a Azirafell. Sabía que le amaría para siempre, fuera ángel o demonio. El sonido del despertador hizo que Crowley se preguntara donde demonios estaba. Definitivamente, aquella noche había tenido un extraño sueño.

Las cosas de Mr Fell y el señor CrowleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora