Las cosas de Mr Fell y el señor Crowley

Noche de estrellas

El canto de los grillos era el complemento perfecto a la suave brisa de verano que mecía las copas de los árboles del huerto del monasterio. Arriba, sobre el tejado de la torre de la campana, una figura solitaria aguardaba, cálida como una estrella que hubiera bajado a posarse en la tierra. Mientras aguardaba pacientemente embebiendose de la serenidad de la noche, una sombra se unió a él sin apenas más ruido que un susurro de alas de búho, y se sentó a su lado. - Tenías que elegir precisamente un monasterio, ángel? - Siento la molestia, Crowley, pero este lugar esta especialmente bien situado para observar el firmamento y además, el tejado no está consagrado, por supuesto, por lo que puedes permanecer en él sin que... - Oh, ya lo sé. Aunque te advierto que me largaré antes de que suene la llamada para Maitines... - Oh, si, si, por supuesto... pero tenemos tiempo hasta eso, verdad? -Azirafel sonrió radiante a su amigo- Y me prometiste que me enseñarías las constelaciones como las conocen los hombres...¿no es así? - Si, si, ya sé que te lo prometí... - el demonio suspiró- y aunque podía no cumplir mi promesa (recuerda que soy un demonio) te hablaré de ellas...- acomodando sus alas negras a la espalda, el demonio dio comienzo- Mira... sobre nosotros tenemos la vía Láctea... es esa especie de niebla blanca que se ve como un camino en el cielo... esa de enfrente es Casiopea, y debajo, su esposo Cefeo. Para los hombres, sus historias más épicas están grabadas en los cielos. Así pueden levantar la mirada en busca de inspiración. Azirafel sonrió mientras el demonio continuaba hablandole de las distintas constelaciones y las leyendas que representaban. Pero el ángel no necesitaba mirar hacia arriba para buscar su inspiración. Esta se encontraba sentada a su lado, con sus bucles rojizos y sus grandes alas agitadas por la brisa y ese brillo especial en sus ojos dorados cada vez que observaba su creación favorita.