Piedad infernal

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Tras el bombardeo, una persona desacostumbrada a los horrores de la guerra esperaría un silencio absoluto en la calle, pero ellos sabían que la muerte tenía su propia sinfonía. Un horrísono concierto de ruidos, crujidos y gorgoteos seguía al silbido mortal de las bombas, tras la explosión. Mientras avanzaban por la desolación, Azirafel miró discretamente a su amigo. La cara de Crowley parecía una máscara mientras caminaban entre los escombros en dirección a su destino que, si bien siempre seguiría en pie, a veces se les antojaba como una burla macabra a la fragilidad de los hombres. El demonio nunca decía nada, pero el ángel podía ver que realmente le dolía toda aquella sinrazón, especialmente cuando tenían la desgracia de atisbar una manita o un zapatito entre los pedazos de metal y hormigón. Por supuesto ellos nada podían hacer para evitar todo aquello... Y eso solo acentuaba el dolor. Sin embargo, aquella noche, un sonido especialmente desgarrador hizo que ambos se quedaran inmóviles, incapaces de no intervenir. Un llanto. El llanto de un bebé. Sin reflexionar lo que hacía, el demonio se giró en dirección a la fuente del sonido y, mediante un chasquido de dedos, retiró un enorme escombro que había destrozado lo que alguna vez fue la cocina de una modesta vivienda londinense. Sin importarle las consecuencias, se metió entre la destrucción y salió de nuevo llevando un bebé de pocos meses en brazos. Azirafel le miró, mudo. - Vendrán a por ti, Crowley. Eso no ha podido pasarle desapercibido al infierno... - Me temo que si... debo largarme de aquí ya... Escóndete, ángel... El fuego celestial de la espada ígnea de Azirafel, que su dueño podía invocar en caso de extrema necesidad, iluminó la escena. A lo lejos, el aullido de los perros infernales ya se dejaba oír. - Esta vez no. - el ángel guerrero se plantó firmemente sobre ambos pies, y protegiendo con su mano la espalda del demonio que trataba de calmar al bebé para que no siguiera llorando- Yo cubriré vuestra retirada.

Las cosas de Mr Fell y el señor CrowleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora