Capitulo quince.

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Pero eso no era todo, la cereza del pastel era la razón detrás de todo.

Kara, ella no era Kara Danvers. Esa mujer no existía.

Kara Zor-El sí, ella era su esposa.

El golpe dolió, maldita sea, aquel golpe por poco acaba con él. Sabía la historia, su padre, sus actos, la familia que había desaparecido y fue ahí cuando lo supo, la verdad.

La terrible verdad que lo desgarraba.

Kara Zor-El se había casado con él por venganza y había sido muy inteligente para tapar todo, para conseguir sus objetivos.

No lo resistió, no pudo. Ya no más.

Salió de la habitación dejando el teléfono sobre la cama y bajó por las escaleras con prisa que su cuerpo no sintió, sin embargo, el dolor físico no lo detendría.

Entró al estudio y la encontró, ella estaba colocando una foto de Lena a su lado, justo al lado de aquella niña que había visto, Kieran. La foto de una familia feliz.

Mientras su foto, la de su boda, donde ambos se encontraban abrazados, yacía en el suelo partida por la mitad, Kara al verlo entrar le sonrió. Ya la máscara se había caído.

Ya era libre de actuar como era su naturaleza.

Ya todo estaba a punto de acabarse.

Ya Lena y su mentira pasaron a un segundo plano.

Kara: Ahora sabes con quién has dormido todo este tiempo, Clark.

Clark: Yo no merecía esto, no es mi culpa.

Kara: ...

Clark: Me señalaste como el chivo expiatorio de tus desgracias, necesitabas un culpable y yo estaba en el lugar y momento equivocados. ¿No es así, Kara? - Se acerca a ella con una mirada desafiante. - Pero siempre he sido inocente, y en algún rincón de tu ser, lo sabes.

Kara: Eso es una mentira descarada, todos ustedes, tu padre, tu madre y tú, son los verdaderos villanos de esta historia. Ustedes son los responsables de que me quedara huérfana, mientras tú te deleitabas en lujos y alegrías, yo me consumía estudiando para avanzar un paso más, me quemaba las pestañas. Los recuerdos de mi familia eran mi motor, las lágrimas de mi madre y el cuerpo inerte de mi padre me impulsaban a seguir, a no rendirme. Y mírame ahora, recuperé lo que es mío. Mi fortuna, mi poder, mi estatus. Recuperé lo que todos ustedes nos arrebataron. Y aún mejor, tuve el placer de arrebatarte lo único que podía salvarte, a Lois. Tu capricho y deseo de casarte conmigo te privó de estar con el amor de tu vida. Yo le mostré la realidad, un hombre, por más que tenga el paraíso frente a él, siempre fallará, siempre necesitará un infierno, y yo fui el tuyo.

Clark: Me manipulaste, me hiciste sentir insignificante. Convertiste mi vida en un infierno. ¿Sabes lo qué es eso? No, no lo sabes, no te importa.

Kara: Cierto. - Sonríe con malevolencia. - No me importa. Tu sufrimiento fue mi mayor placer, mi deleite. Y aunque no estés de acuerdo conmigo, yo también pagué un precio, pasé mucho tiempo contigo, fingiendo un posible amor que jamás podría sentir, una empatía que no existía, ni nacería un compromiso que jamás fue real.

Clark: Eres la peor criatura que jamás ha pisado la tierra, eres detestable, me repugnas. Tu mera existencia es un sacrilegio.

Kara: ¿Ahora lo soy? - Ríe con sarcasmo. - Ahora soy repugnante. - Se señala su propia cabeza. - Puedo recordar todas las veces que suplicaste por mi, todas las veces que me rogaste que cediera, todas las veces que soñaste conmigo en tus sábanas.

Clark: Lo sabía, siempre lo sospeché. - Limpia sus lágrimas. - Te lo pregunté, te rogué que dijeras la verdad. Vivi un infierno dentro de mi cabeza, pensando en qué podía ofrecerte para que lo nuestro funcionara. Me humillé tantas veces por un beso tuyo, por una caricia. - La apunta con el dedo.- Esto es tu culpa, todo esto lo es. - Alza la voz.- Me convertiste en un asesino.

Kara: Y ni siquiera así dejaste de ser un cobarde, un hombre débil y patético. Un hombre que no puede tener el honor de tener una mujer como yo.

Clark: Voy a arrebatarte todo lo que te di, lo que es mío. - Amenaza. - Te dejaré sin nada, te arrebataré esa máscara y todos verán el monstruo que se oculta detrás de lo que queda de ese hermoso rostro.

Karla: Hazlo. - Rie. - Vamos hazlo, corre. - Toma asiento en el gran sillón.- Ve y muéstrale al mundo que eres tú la víctima de toda esta historia de toda esta relación, diles que yo soy satán. - Vuelve a reír. - Que la suerte esté del lado del mejor.

Clark emergió de aquella habitación, su determinación era palpable. Estaba resuelto a cumplir su promesa y revelar al mundo que el verdadero monstruo era la mujer a quien había elegido como esposa. Se dirigió a su automóvil, un elegante sedán de lujo, y arrancó con una velocidad que reflejaba su urgencia. Salió de la propiedad con la intención de impugnar el poder que le había concedido a Kara , de retractarse y exponer la verdad que le había sido revelada. Sin embargo, en su apresuramiento, no se percató de un detalle crucial: los frenos de su coche estaban fallando. Kara no los había saboteado, eso estaba claro. La imprudencia de Clark le había hecho olvidar que, tiempo atrás, le había mencionado que el mecánico estaba realizando reparaciones en el vehículo, las cuales aún no habían concluido.

En su precipitada carrera, intentó cambiar de carril para llegar a su objetivo, Lois. Sin embargo, un enorme camión de carga se interpuso en su camino. El conductor del camión tocó la bocina, intentando advertirle del peligro. Clark no debía girar allí, esa entrada era de sentido contrario. Pero ya era demasiado tarde. Los frenos fallaron en el peor momento posible, y la velocidad del coche y el escaso tiempo le permitieron esquivar el camión, pero no evitar su terrible destino.

El automóvil se precipitó al vacío, cayendo en una obra en construcción cercana. La explosión que siguió fue ensordecedora, y la escena resultante alertó a las personas en el sitio. Un vehículo en llamas, atrapado en el vacío. No había nada que hacer. Clark estaba atrapado, y se consumió en las llamas de su coche favorito. Mientras Kara, consciente de ello del error, saboreaba una cálida bebida esperando la llamada que le diera la noticia esperada, era viuda.

Su mirada se centraba en esa foto, su familia.

Su hogar.

Al amanecer, el teléfono sonó y luego de que la llamara acabará por fin la mujer pudo soltar lágrimas genuinas de alegría y dar pequeños saltitos de alegría.

Sin embargo eso terminó en unos minutos, su rostro se transformó y lágrimas caían, su actuación acaba de iniciar.

Los gritos de un dolor terrible resonaron y los empleados corrieron a verla solo para encontrarla tirada en el suelo llorando, sufriendo.

La foto, la real, fue escondida en su ropa de dormir mientras los pedazos de la vieja arrojadas en el fuego de la chimenea y otra del álbum ocupó el lugar en el escritorio.

No debían existir errores, ni siquiera los más pequeños.

Siempre existían los curiosos y ella no se podía dar el lujo de ser atrapada.

Rivales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora