Capitulo dieciocho.

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La existencia de Lena Luthor había experimentado una transformación radical, un giro inesperado que la catapultó hacia un sendero de amor y dicha. Kara Zor-El, la mujer que había irrumpido en su vida como un faro de luz en medio de la penumbra, se había comprometido a proporcionarle no solo un amor profundo, sino también la tranquilidad y serenidad que tanto ansiaba. Así como él cumplimiento de aquella promesa de libertad.

 Juntas, habían tomado la decisión de adquirir una propiedad en partes iguales, un lugar donde podrían erigir su hogar, un santuario donde podrían amarse sin restricciones dejando atrás cualquier rastro del pasado

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Juntas, habían tomado la decisión de adquirir una propiedad en partes iguales, un lugar donde podrían erigir su hogar, un santuario donde podrían amarse sin restricciones dejando atrás cualquier rastro del pasado.

Las mañanas en la casa que compartían eran un bálsamo para el alma. Despertaban juntas, compartiendo los primeros destellos del sol que se colaban a través de las ventanas. Kara, siempre la primera en despertar, se levantaba con el alba y preparaba un desayuno nutritivo, llenando la casa con el aroma embriagador del café recién molido y el crujir de las tostadas, las primeras de un gran banquete. Lena, por su parte, se despertaba con el aroma del café y encontraba a Kara en la cocina, una sonrisa radiante en su rostro mientras le servía una taza humeante. Eran momentos sencillos, pero rebosantes de amor y complicidad.


Las noches, en contraste, eran una mezcla de sensualidad y romance. Tras un día agotador, se encontraban en su habitación, un espacio íntimo reservado solo para ellas, donde podían ser auténticas sin restricciones.

Kara, siempre atenta a los detalles, se encargaba de crear el ambiente perfecto, con velas aromáticas que perfumaban el aire y música suave que flotaba en el ambiente

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Kara, siempre atenta a los detalles, se encargaba de crear el ambiente perfecto, con velas aromáticas que perfumaban el aire y música suave que flotaba en el ambiente. Lena, por su parte, se entregaba a los brazos de Kara, dejándose llevar por la corriente de amor y pasión que sentía por ella.


Así era su vida juntas, un equilibrio perfecto entre el amor y la paz, la pasión y la calma. Habían encontrado en la otra lo que siempre habían buscado, y estaban dispuestas a hacer lo que fuera necesario para mantenerlo. Porque juntas, eran invencibles. Juntas, eran felices. Y eso, al final del día, era lo único que realmente importaba.

La propiedad que Lena y Kara habían elegido en el corazón de Nueva York era una verdadera joya arquitectónica, un santuario urbano que destacaba entre los rascacielos. Era una casa grandiosa y vanguardista, equipada con la tecnología más avanzada, pero con un toque de calidez que la transformaba en un verdadero hogar. La residencia, diseñada con líneas nítidas y un estilo minimalista, exudaba una elegancia sofisticada, pero cada rincón estaba imbuido de personalidad y calidez.

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