Capitulo diecisiete.

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Kara atravesó con determinación el umbral de la puerta y adentró en el interior de la imponente mansión. El ambiente se percibía gélido, pero eso solo despertó su fascinación. Cada paso que daba resonaba en el silencio, el eco de sus tacones contra el suelo de mármol era el único sonido que llenaba la estancia.

 
Avanzó con confianza, dejando que su mirada explorara cada rincón de aquel lugar. Sus ojos se posaron en las puertas corredizas del estudio, y una sonrisa perfecta se dibujó en su rostro. Sabía lo que se encontraba detrás de ellas, la caja fuerte que albergaba secretos y tesoros invaluables, joyas, títulos de propiedad y aquel papel que la dejaba como señora de todo.

La única heredera.

Kara se acercó a la pintura que había mandado a hacer como un obsequio, una representación de su belleza inmaculada que atraía la atención de muchos. La admiró por un instante, recordando cómo esa imagen se desvanecía como una promesa rota entre dos enamorados. Pero ahora, todo eso cambiaría.

Con un movimiento decidido, Kara retiró el cuadro, revelando la caja fuerte oculta detrás. Sabía la fecha exacta que debía ingresar, y en un instante, todo se desplegó ante sus ojos. Finalmente, había obtenido lo que tanto anhelaba. El placer de cerrar un ciclo, de vengar a sus padres y permitirles descansar en paz en sus respectivos lugares.

Una risa sincera brotó de los labios de Kara, resonando en las paredes del estudio. Era un eco que parecía mezclarse con los susurros de almas atrapadas en el purgatorio. Caída de rodillas, las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro mientras su risa se entrelazaba con la emoción desbordante. Todo parecía un sueño, un hermoso sueño hecho realidad.

En ese momento, Kara se sentía en la cima del mundo, pero también se encontraba al borde del abismo. Las lágrimas y la risa se entrelazaban, reflejando la complejidad de sus emociones. Se preguntaba si estaba perdiendo la cordura, si su alma estaba vacía y sin dueño. Sin embargo, en medio de la incertidumbre, encontró la fuerza para levantar la mirada y enfocarse en la pintura que la representaba.

Era ella, Kara Zor-El, y había renacido. Más fuerte que nunca, lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino. Aquel momento marcaba un nuevo comienzo, un renacer de su espíritu y una promesa de seguir adelante con determinación y valentía.

Ya no más sentimientos tontos.

Ya no más piedad.

Con lágrimas de alegría y una sonrisa radiante, Kara se puso en pie, lista para abrazar su destino con fuerza y determinación. Sabía que el camino no sería fácil, pero ahora se sentía empoderada y lista para enfrentar cualquier adversidad que se interpusiera en su camino, ella cumpliría su sueño. Su verdadero anhelo.

Ser la nueva reina de los medios.

Ya no se conformaba con ser la sucesora de Cat Grant, ya no más mediocridades.

Ya no se conformaba con ser la sucesora de Cat Grant, ya no más mediocridades

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