CAPITULO 2

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Seokjin, 14 años

Hoy es la feria del condado, lo que significa que, como todos los demás habitantes de Plum Vallian, estoy aquí con mi familia, asándose bajo el sol del mediodía. Hoy hace un calor de mil demonios, un hecho que ni siquiera el gran refresco helado que tengo en la mano arregla. Así es Texas.

Mis hermanos y yo estamos explorando el terreno juntos. Mi padre dijo que estaba bien mientras no nos separáramos. Yo debo vigilar a Hawthorne y Clive debe vigilarme a mí. Aunque mi hermano mayor no hace el mejor trabajo, ya que últimamente está más preocupado por vigilar a las chicas.

Pero yo hago mi parte, vigilando a Hawthorne. Quiere ir a ver las gallinas, y nos dirigimos hacia allí cuando veo un pequeño potro tumbado en el suelo, a un lado de todo lo demás. Un hombre y una mujer están sentados detrás de él en la cama de su vieja y oxidada camioneta, pero mis ojos se fijan en un cartel que hay junto a ese caballito y que dice "GRATIS".

Me alejo en esa dirección, atraído como un imán, y Hawthorne me sigue automáticamente. A medida que me acerco, noto que el caballo mueve las orejas, pero no gira la cabeza para mirarnos. Y supongo que eso tiene que ver con el hecho de que sus ojos no parecen del todo bien.

—Hola —le digo al caballo, poniéndome en cuclillas pero sin intentar tocarlo. Sus orejas vuelven a moverse en mi dirección.

—Está libre —dice enseguida la mujer de la camioneta—. Un caballo muy bonito, no le haría daño a una mosca. ¿Lo quieres?

La miro.

—¿Qué le pasa en los ojos? —pregunto, examinando el caballo.

—Ciego —dice el hombre mientras mastica un trozo de paja.

—No podemos cuidarlo —añade la mujer—, pero es un buen caballo.

—¿Cómo se llama? —Extiendo la mano, lo suficientemente cerca como para que el caballo me huela. El caballo me resopla en la palma de la mano.

—Monty.

Mi cabeza se levanta sorprendido y en un instante sé, en el fondo de mi corazón, que es mi caballo.

Clive se acerca entonces, habiéndose dado cuenta por fin de que no estábamos junto a él.

—¿Qué pasa?

—¿Puedes llamar a papá? —le pregunto.

Se queda mirándome un momento, pero asiente con la cabeza y se marcha. Hawthorne se acerca a mí, se sienta y observa mientras dejo que el pequeño potro examine mi mano. El caballo parece curioso, sino un poco receloso.

La mujer parece emocionada cuando mi padre se acerca varios minutos después, intuyendo, supongo, que han encontrado a alguien a quien descargar el caballo ciego.

—¿Para qué me necesitas? —pregunta papá. Veo el momento en el que hace clic, sus ojos escudriñan el cartel de "GRATIS" cerca del caballo. Me mira con recelo.

—¿Por favor? —Pregunto—. No cuesta nada, y usaré todo mi dinero de las tareas para su mantenimiento. Lo cuidaré yo mismo, lo prometo.

Mi padre aprieta la mandíbula, dispuesto a negarse. Ya le he pedido un caballo muchas veces, pero su respuesta es siempre negativa. Incluso paso la mayor parte de mi tiempo libre ayudando con los caballos del rancho, limpiando sus establos, cepillándolos, cualquier cosa para demostrar a mi padre que soy serio y lo suficientemente mayor para la responsabilidad ahora que soy un adolescente. Pero su respuesta sigue siendo no.

Me estoy preparando para la misma respuesta esta vez, así como pensando en qué puedo intentar rebatir, cuando Hawthorne habla.

—Me gusta su color. ¿Cómo se llama?

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