CAPITULO 32

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Seokjin

—Chicos —dice mi padre, apartándose de la mesa—. ¿Podemos hablar?

Hawthorne, Clive y yo intercambiamos miradas de confusión mutua, pero como la mesa está despejada, seguimos a mi padre por el pasillo. Entra en su estudio, tomando asiento detrás del gran escritorio de caoba, y mis hermanos y yo nos desplegamos a lo largo de los sofás y las sillas que hay frente a él.

—¿Qué pasa? —pregunta Clive.

—Tengo que dar algunas explicaciones —dice, mirando entre nosotros, los chicos.

—Está bien —dice Clive, asintiendo con la cabeza—. Continúa. 

Nuestro padre respira profundamente antes de hablar.

—Nuestra relación ha sido tensa estos dos últimos años, desde aquel día en mi oficina. —Mira entre Hawthorne y yo—. No nos dejamos en buen lugar, y eso es culpa mía. Intenté disculparme, pero lo sentí mucho, y la forma en que hemos estado caminando sobre cáscaras de huevo alrededor del otro desde entonces no es como quiero que estemos. Así que tengo algunas cosas que me gustaría decir, cosas que deberían haberse dicho hace tiempo, que se aplican a todos ustedes.

Se echa hacia atrás en su silla, con las manos cruzadas sobre el vientre. Clive mira entre Hawthorne y yo, comunicándose en silencio. Y prácticamente puedo oír las palabras. Espero que sea esto, la disculpa que se merece. Porque nuestro padre tiene razón. Se disculpó, pero su "lo siento" no tuvo mucho peso, y las cosas no han vuelto a ser lo mismo desde aquel día en que le llamé la atención y Hawthorne proclamó su sexualidad. Seguro que nuestros problemas estaban ahí antes, pero airearlos pareció sacar a la luz toda esa confusión. Y sigue ahí, enroscándose a nuestro alrededor, esa inquietud y ese malestar.

—Sé que he sido un hombre duro estos últimos años —dice papá—. No siempre fui así con vosotros, chicos. Antes nos reíamos mucho más y nos divertíamos. Vuestra madre siempre me ablandó, y sin ella cerca, es difícil recordar quién era ese hombre, ese padre. Ahora bien, tu mamá también era bondadosa y terca como una mula. Me habría dado mi merecido si hubiera visto cómo me he comportado.

Suspira, pasando los dedos por el marco de latón de su escritorio que contiene una foto de él y mamá de hace años, cuando eran jóvenes. Tras un momento de silencio, vuelve a mirar a los chicos.

—Intentaba hacer lo correcto por todos vosotros. A todos vosotros. Sé que probablemente sea difícil de creer, pero es la verdad. No quería que vuestras vidas fueran más difíciles de lo necesario. No es fácil ser gay por estos lares —dice, dirigiendo una mirada punzante a Hawthorne y luego a mí—. Todos lo sabemos. No tengo nada en contra, lo juro. Pero ahora puedo ver cómo mis acciones os habrían hecho sentir lo contrario. Me equivoqué.

Creo que nunca he oído a mi padre dar un discurso así, y me deja un poco descolocado. Es cierto que puedo entender lo que dice, aunque una parte de mí quiere seguir enfadado. Pero pienso en Jungkook y en el hecho de que me diga que lo perdone. Nunca ha sido de los que se aferran a lo malo.

—Aprecio que intentes enmendarte —dice Hawthorne, lento y medido—, pero necesito que entiendas que, aunque no sabía que era gay cuando éramos niños, todos crecimos en un pueblo donde eso no estaba bien. Y ver la forma en que tratabas a Jungkook además... cómo nunca fuiste muy amable, cómo siempre intentabas alejarlos a él y a Seokjin, también me afectó. Así que cuando me di cuenta, de que era igual que Jungkook, me dio miedo. No porque me importara lo que pensaran los demás, sino por ti. Tenía miedo de que empezaras a tratarme igual, y no quería perder a mi padre.

—Lo sé —dice papá con un suspiro.

Clive asiente, acercándose para apretar el brazo de Hawthorne en señal de apoyo.

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