CAPITULO 25

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Jungkook

En cuanto atravieso la puerta, me doy cuenta de que algo no va bien. Harrison está sentado en la cocina, con los codos apoyados en la mesa.

Las luces del apartamento están bajas, y ni siquiera se gira hacia mí cuando cierro la puerta.

—¿Todo bien? —Pregunto, dejando mis botas sucias en el felpudo para ocuparme de ellas más tarde y acercándome a la forma desplomada de mi novio.

Harrison levanta la vista entonces, aunque no se levanta de su posición inclinada. Parece... triste, cansado y quizá un poco enfadado.

—No tanto —dice.

Tomo asiento a su lado y me acerco para agarrarle el brazo, pero él se limita a mirar mi mano y luego vuelve a mirar mi cara.

—¿Le has querido todo este tiempo?

Todo mi cuerpo se tensa y luego se desinfla en cuestión de un segundo. Retiro la mano y me froto los ojos con ella. No voy a fingir que no sé de qué está hablando, y no sirve de nada mentir. Eso es algo que nunca le haré a Harrison.

—Sí.

Recoge los brazos más cerca de su cuerpo. Me recuerda tanto a un animal herido, y quiero consolarlo, pero su lenguaje corporal me grita que me aleje.

—Nuestro aniversario fue la semana pasada, ¿sabes? —dice, y mis tripas se hunden aún más.

Mierda, lo he jodido todo.

—Dos años —continúa—. Me dije que no sería esa persona. El compañero que se enfada si su novio falta a una cita en el calendario. No todo el mundo está programado así, para darle importancia a esos momentos.

Me mira, y sé que viene algo peor.

—Pero entonces, ayer mismo, estabas hablando de que era el aniversario de cuando Seokjin consiguió a Monty, su caballo. Y supe que sí recordabas las fechas, sólo que no las nuestras.

Exhalé un suspiro.

—Lo siento —le digo, aunque no estoy seguro de qué es lo que más siento. Perderme nuestro aniversario o estar enamorado de otra persona.

Harrison se limita a negar con la cabeza.

—¿Por qué sales conmigo?

—Lo intenté —le digo—. Sí he intentado amarte.

Un par de lágrimas caen por sus mejillas, y me siento fatal por ser la causa.

—No funciona así, Jungkook. No puedes simplemente hacer que el amor exista. Deberías habérmelo dicho. Tenía derecho a saber que era tu segunda opción.

—¿Y eso habría cambiado las cosas? —Pregunto, desconcertado.

—¡Sí, habría cambiado las cosas! —resopla, golpeando las palmas de las manos contra la mesa—. Entonces habría sido mi elección si estaba o no de acuerdo con eso. Si hubieras sido sincero, si no hubieras mentido por omisión, habría sabido en qué me estaba metiendo. Pensé... pensé que estabas en esto. Pero nunca lo estuviste. Sólo fui tu distracción.

No sé qué decir. Ninguna palabra va a arreglar esto, y él tiene razón. He tenido un pie fuera de la puerta todo este tiempo, sin comprometerme del todo, sin entregar mi corazón, sabiendo que pertenecía a otra parte. Incluso si pudiera arreglar esto, ¿querría hacerlo?

—Te merecías algo mejor —le digo.

—Maldita sea, lo merecía.

—¿Y ahora qué? —Pregunto, dándole a Harrison esa opción, al menos. Puede echarme ahora mismo si quiere. Tiene ese derecho. Puede gritarme durante otros cinco días. También me lo merecería.

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