CAPITULO 21

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Jungkook

—Hola, forastero.

Levanto la vista de la cerveza que estoy bebiendo. No sé qué espero encontrar en el fondo de mi vaso esta noche, pero supongo que no tengo ninguna prisa por averiguarlo, viendo que ya llevo una hora aquí.

—Hola, Harrison.

El hombre ocupa el taburete vacío junto a mí. Nash se acerca y Harrison pide una Guinness.

—No he vuelto a saber nada de ti —dice Harrison, no sin maldad.

No se equivoca. No es que haya evitado responder a su pregunta, de acuerdo, quizá lo haya hecho un poco, sino que no sé qué decir. Y he tenido en mente a cierto mejor amigo, así como su expresión de sorpresa cuando me encontró follando con Harrison en el granero.

Dios.

No me he corrido tan fuerte en mucho tiempo, y sé que fue porque los ojos de Seokjin estaban sobre mí. Me hace sentir como un amigo de mierda. Por lo menos las cosas han continuado mayormente como normales entre nosotros. No ha habido ningún daño.

Vuelvo a desviar mi atención hacia el hombre que está a mi lado.

—No he averiguado si es un sí o un no —respondo con sinceridad. Harrison se encoge de hombros.

—No pasa nada. Puedo esperar.

Le miro. Harrison es guapo, y tengo la sensación de que lo sabe. Su pelo rubio oscuro es lo suficientemente largo como para estar colocado de una forma elegante que le hace parecer demasiado sofisticado para estos lares, pero no tan largo como para parecer desaliñado. Sus labios están hinchados y distraen. Y es más grande, como a mí me gusta. También es versátil.

Tiene más o menos la misma altura que yo, solo que un poco menos rudo. Eso probablemente tiene que ver con que es un poco más joven, aunque no estoy seguro de cuánto. No tiene años de sol y suciedad en su piel. O los músculos perfeccionados por décadas de trabajo manual. Como cierto entrenador de caballos, mi mente habla, pero alejo el pensamiento.

No quiero decir que Harrison no esté en forma. Lo está, y puedo decir que es un gran trabajador a su manera, con todos los grandes animales con los que trata.

Hay una razón por la que me acerqué a él en el bar hace unas semanas.

Me atrae, simple y llanamente.

—¿Por qué molestarse? —Pregunto de manera autodespectiva—. ¿Es porque soy el único gay en un radio de cincuenta kilómetros?

—Bueno, eso no es cierto. He conocido a un par más. —Eso es nuevo para mí—. Pero no, me gustas, Jungkook —dice, encogiéndose de hombros mientras da un sorbo a su cerveza negra.

—¿De verdad? ¿Cómo puedes saberlo? Sólo hemos tenido una conversación y media.

—No lo sé, sólo un presentimiento.

—Huh —digo.

—Siempre puedes intentarlo —dice, chocando su hombro con el mío.

—¿Intentar qué?

—Decir que sí. Tener una cita conmigo. En el peor de los casos, no es para ti, tenemos un último polvo de despedida, porque, seamos sinceros, sabemos que somos buenos en eso, al menos, y ya está.

Los ojos de Nash se abren de par en par tras el mostrador del bar, pero no dice nada. Sólo sigue limpiando el mostrador. Suspiro internamente, pero ¿qué sentido tiene seguir siendo educado? Todo el mundo en este pueblo sabe que soy gay. ¿A quién le importa si obtienen un poco más de información de la que esperaban? El Señor sabe que a Plum Valley le encantan los cotilleos.

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