CAPITULO FINAL

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Jungkook

Esposo.

Es la primera palabra que se filtra en mi cabeza cuando me despierto y me estiro contra la larga extensión del cuerpo de Seokjin.

Ahora estamos casados. Santa vaca. Sonrío porque ¿cómo no iba a hacerlo?

—Buenos días, marido —dice Seokjin, con su voz retumbando en mí.

Sonrío más, levantando la cabeza para contemplar la cara somnolienta de Seokjin y sus ojos parpadeantes. Su cuerpo es como la almohada más cálida, y vuelvo a acurrucar mi cara contra su pecho, empapándome de él.

—Buenos días a ti también —le digo, dándole un lametón en el pecho. Por alguna razón, tengo la manía de lamer la piel de Seokjin y saborear el sudor limpio que hay allí.

Se ríe, pasando su mano por mi brazo. Puedo sentir cómo el anillo de su dedo se engancha en mi piel, y eso hace que los recuerdos de la noche anterior pasen al primer plano de mi mente.

Seokjin y su aspecto, tan guapo, tan mío. Oír las palabras "Sí, quiero" salir de su boca. Intercambiando votos bajo el sol poniente, frente a un arco de margaritas como oda a Becca, uno de nuestros apoyos más insólitos.

Y luego estaban nuestros familiares y amigos, sentados en sillas blancas y viéndonos casar, y luego celebrándolo con nosotros de vuelta a Miller's.

Incluso el propio Miller estaba allí. A Seokjin le sigue molestando que su padre nunca me haya dado una disculpa, diciendo que me debe una. Pero no me importa. Miller Moore nunca fue un hombre de palabras; es un hombre de acción. Y verlo allí, apoyándonos en silencio, me dice todo lo que necesito saber.

Deslizo mi pierna por encima de la de Seokjin, dejando que mi mano recorra su cuerpo, imágenes sucias de lo que podría hacerle a mi marido inundando mi mente. Sin embargo, no tengo la oportunidad de poner en práctica ninguna de mis fantasías, porque se oye un repentino y fuerte golpe en la puerta.

—Os oigo levantados —grita Will—. Nada de travesuras esta mañana. Tenemos que llegar a un brunch. Sacad el culo de la cama.

—¿Tenemos que regañarle por decir culos? —murmura Seokjin en tono de broma.

—No, deja que se divierta. Vamos, marido. —Le doy una pequeña palmada en el pecho a Seokjin mientras me empujo para salir de la cama—. Tenemos que ir a un brunch.

El brunch es en casa de la tía Perla, un asunto tranquilo y contenido con el mismo lote que nos acompañó en la boda. No estaba seguro de por qué, exactamente, teníamos que hacer el brunch, pero Will insistió en que era una necesidad.

No es hasta que termina que empiezo a sospechar. Will no deja de mirar su teléfono y, después de la millonésima vez, le llamo la atención.

—¿Qué está pasando? —Le pregunto en voz baja. Somos los únicos que quedamos en casa de la tía Perla, sólo Seokjin, Will y yo. Todos los demás ya se han ido, pero Will nos retiene.

—Nada —dice alegremente—. Vamos, hay una última cosa que tenemos que hacer.

Supongo que está tramando algo, pero me encojo de hombros y le sigo la corriente. Conociendo a Will, no será nada peligroso ni malo. Nos conduce hasta la camioneta de Seokjin, se sube al asiento del conductor, algo que le gusta mucho últimamente, desde que se sacó el carné, y los tres salimos a la carretera en dirección al pueblo. Seokjin me lanza una mirada curiosa, pero me encojo de hombros.

Cuando Will hace el giro hacia el pueblo, mis ojos se abren de par en par. La calle principal está llena de gente. Llena hasta los topes. Y cubierta de un arco iris de colores. Hay pancartas colgadas en las fachadas de las tiendas, banderas de colores por todas partes, incluso globos. Y la gente va vestida con todo tipo de cosas, desde ropas coloridas y desparejadas, pasando por camisetas arco iris, hasta algunos pechos desnudos cubiertos de pintura corporal.

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