12. DÉJALO FLUIR

37 11 14
                                    

El Citi se pone adelante con un penalti al minuto treinta y cinco porque un jugador cae dentro del área con falta previa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El Citi se pone adelante con un penalti al minuto treinta y cinco porque un jugador cae dentro del área con falta previa. Y aunque les ruego a todos los santos para que el balón no entre, el delantero es hábil al engañar al portero, que se sienta pensando que el balón entraría por debajo.

Las cosas siguen pintando mal al inicio del segundo tiempo, cuando estoy gritando a todo pulmón junto a los fanáticos el gol del empate que ha marcado Alexander de cabeza porque se lo anulan por posición adelantada. ¿Qué mala broma es esta? ¡solo son milímetros!.

A 25 minutos del final el Citi hace más grande la diferencia anotando de una forma tan magistral, que consigue que todo Anfield se levante a aplaudir pese a que estamos perdiendo. Aparentemente el partido está resuelto, los visitantes bajan el nivel y les dan la oportunidad a los locales de mover el balón a como quieran. Se confían tanto, que todos retroceden con el afán de defender mientras que los rojos, embravecidos, se mandan al ataque.

Pasan diez minutos exactos entre esto de tirar, despejar, rebotar, palos y desvíos. Hasta que Roberth, capitán y el más veterano, levanta la mano en señal de calma, apoyado por Alexander que les transmite lo mismo a los aficionados.

El gol de tiro de esquina del número seis a los 82 minutos descoloca al Citi, que se vuelca a la defensa con mayor intensidad. Ya no buscan anotar otro, Tienen que mantener el resultado a su favor y la afición del Liverpool parece volver a creer.

"Vamos a ganar" –retumba en mi mente.

Grito eufórica tres minutos después, al ver cómo Alexander le gana el mano a mano a un central contrario antes de correr a toda velocidad hacia el área, para meter el esférico a las redes ante la mirada perpleja del arquero.

Él no se besa el escudo, así como hizo su compañero minutos antes. Lo miro asentir con la cabeza mientras grito el gol a todo pulmón y se va al centro del campo lentamente. Canto con la grada su nombre, sin embargo, nunca sonríe ni voltea.

El marcador ahora se ve más bonito, con un dos a dos que se rompe en los últimos segundos del partido. Davide le quita el balón a un volante contrario y filtra, con elegancia, un pase que Alexander se encarga de convertir en gol. Me paro, grito, tiro al suelo la mitad del pastel que comía porque elijo creer que este también es para mí.
Le da un golpecito con la mano al balón mirando a la afición antes de acercarse a sus compañeros, a quienes les choca el puño un par de segundos. No se abraza con todos luego del pitazo final, ni le agradece a su entrenador, ni intercambia su camiseta.

Hemos ganado, y cuando el juego se da por finalizado, la afición se pone de pie para cantar a todo pulmón Hey Jude. Conmocionados, los jugadores se quedan en el campo sonriendo en dirección de las tribunas y yo no entiendo nada, pero grabo el momento.

Los tres puntos aseguran el liderato en la premier league y el buen inicio de temporada del equipo, así que se tiene que celebrar como se debe. Por ello la afición se queda festejando un buen rato en el estadio y salgo del palco con todas mis cosas para acompañarle. Ya hay personas que me reconocen o por el supuesto romance o por haber tocado fuera del estadio horas antes. Y no es tan bonito. Porque, aunque intente disfrutar del ambiente festivo de Anfield, tener miradas curiosas encima me cohíbe un poco.

Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora