El día en que mis ilusiones se desploman de a poquitos me presento en el cincuenta aniversario de una cadena hotelera. Todo parece de película, puesto interpreto el estudio OP. 10 No 12. Revolucionario de Chopin. Entonces no lo sé, pero mientras juego con los acordes disonantes que producen desestabilidad y conflicto, con esa sensación de caos tan presente en los ritmos irregulares y las escalas cromáticas que le dan el toque turbulento a la pieza, mi vida se está cayendo a pedazos.
Mi cuerpo siente los cambios dramáticos, los momentos de desesperación y angustia, la lucha contra algo casi inexplicable. Apasionada y arrolladora. Cada nota es un golpe, cada acorde una explosión.
Entonces no lo sé, pero mi pulso acelerado y la respiración agitada solo son un reflejo del dolor, la desesperación y los conflictos con los que voy a tener que lidiar. Se me pasa por la cabeza un volcán a nada de estallar, con la lava hirviendo que busca la salida.
Esa noche, en medio de gente importante a la que tengo que venderme como una pianista sencilla y talentosa, creo romperme en dos.
Dejo sobre la mesa la copa intacta de champaña y saco el móvil con la intención de contarle a mi madre que no me espere despierta porque llegaré tarde, y también para preguntarle a Alexander como le fue en el partido de esta noche. No obstante, me llama la atención la cantidad considerable de notificaciones de Instagram y Twitter, más la nueva hola de mensajes que me llegan de medios de prensa.
Solo por mera curiosidad, abro un hilo en Twitter en el que me han etiquetado, y la mandíbula se me descuelga con la serie de imágenes que se despliegan ante mis ojos.
Alexander y una chica sentados en la barra de lo que parece ser una cafetería.
Alexander y la misma chica antes del partido, en el túnel de vestuario del Liverpool.
La misma chica abrazando ligeramente a Alexander, en plena celebración del triunfo red.
Alexander y la misma chica besándose junto al mismo deportivo en el que me llevó a pasear por la ciudad la última vez que fui a visitarle.
No puede ser.
Lo primero que se me pasa por la mente es que tiene que tratarse de una broma. De una mala jugarreta de la gente egoísta, de fotomontajes, de imágenes captadas desde malos ángulos. Porque no es posible que después de haber prácticamente vivido juntos por casi dos semanas, con una "relación" a puertas de ser formalizada y con más momentos de pareja que de amigos de por medio me haga esto.
No puede arruinarlo así cuando todo iba de maravilla.
No puede, porque está igual de enamorado que yo.
"Parejas. Novias o esposas. Tú no eres ninguna de las dos".
"La pasamos bien y ya está".
Mi mente reproduce en simultáneo todas las noches que le pedí que se quedara, nuestro encuentro en casa de su abuela, la extraña conversación en el vestuario después del partido, nuestros últimos días juntos. Ese primer beso, el primer encuentro, la vez que viajamos juntos.
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Fuera de Juego
RomanceElla, una pianista romántica y soñadora. Él, un futbolista famoso y mujeriego incapaz de amar. Un encuentro fortuito que une a dos mundos tan diferentes como el silencio de una sala de conciertos y el rugido de un estadio. Detrás de la sonrisa perfe...