9. DECYDAMOS COMENZAR

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Mi mente decide que es buen momento para tomar en cuenta todas las advertencias después de dos semanas, mientras paso el control de migraciones y seguridad en el aeropuerto

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Mi mente decide que es buen momento para tomar en cuenta todas las advertencias después de dos semanas, mientras paso el control de migraciones y seguridad en el aeropuerto. El proceso es igual al que se sigue viajando en una línea comercial, con la diferencia abismal de que aquí no tengo que esperar. Es mi segundo vuelo en avión privado y ya no sé si estoy emocionada por ir sola en un jet, o por las menos de tres horas que faltan para volverme a encontrar con Alexander, o por la mezcla de ambas cosas. Aunque nunca he tenido tics nerviosos tan notables, hoy los tengo porque no paro de dar saltitos pequeños ni de soltarme y recogerme el cabello.

«No te ilusiones más».

«Mi nieto no es afortunado en tener a alguien como tú. No se lo merece».

«Por todo lo que dure tu romance. Si dura, Claro».

«A tu carrera le has invertido más de veinte años y a ese romance menos de un mes. ¿en cuál se supone que debes creer?».

«Los futbolistas no se toman a nadie en serio»

Entiendo a Katia, porque ella no cree en los cuentos de hadas ni en los romances lindos, ni mucho menos en el amor. Y a mi madre, porque ve muchas noticias de farándula y siempre salen líos de futbolistas.

Pero no a su madre y a su abuela. La cara de Bárbara cuando se enteró que el chico del que le hablaba era su nieto fue todo un poema. "Que dios te proteja", me había dicho, antes de lanzarme una mirada cargada de compasión. No se alegró para nada, y casi me hace prometerle que me daría la oportunidad de conocer a alguien más. «Alexander es todo menos un príncipe azul», me había dicho Marisa cuando fui a tomar el té hace dos días. Pese a mis intentos, no lograba entender. Según la regla, los nietos son la adoración de los abuelos y la debilidad de las madres, sobre todo si son guapos y exitosos.

"A Marisa no le agradas, te lo ha de haber dicho por eso" –razonó una parte de mi mente.

"Pero a Bárbara sí, y tenía que haberte abrazado al saber que su nieto y tú estaban en algo. Estas son señales para que..." –intentó la otra, más pequeña y sin nada de apoyo.

"La gente suele equivocarse. Es entendible, teniendo en cuenta el poco tiempo que ha pasado. Pero va a funcionar porque los dos están enamorados y les van a callar la boca a todos".

Los dos estamos enamorados. Alexander ha dejado clarísimas sus ganas de verme al mandarme su avión, al mandarme mensajes diarios y al regalarme las camisetas. Y este encuentro va a ser el primer paso para construir algo bonito.

El avión despega en medio de cuestionamientos y malos presentimientos que una vez más, mi corazón decide minimizar con el recuerdo de sus ojos. Al parecer no lo suficiente, porque me invaden unas ganas repentinas de pedirle al piloto que vuelva a tierra. Una parte de mi cuerpo quiere seguir, pero la otra, más pequeña y pegada a las advertencias, intenta razonar.

Alguna vez mi madre me dijo que los malos presentimientos y la sensación de no estar completamente segura eran señales claras para dar un paso atrás. Lamentablemente, nunca me habló de lo que pasaba si el cuerpo estaba dividido en cuanto a decisiones y a seguridad; sobre lo que debería hacer en caso de que mi consciencia gritara algo y mi corazón todo lo contrario.

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