El golpe sutil en la puerta acompañado por la voz del mayordomo impidió que sus dientes se prendieran de uno de mis pezones. Dejé de acariciar su cuerpo como si quemase, di una rápida vista a la situación y me escabullí sintiendo que el pánico me asaltaba.
¿Qué estaba haciendo?
¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar si es que no nos hubiesen interrumpido?
¿Iba a tener el valor de decirle: "detente"? y ¿quería hacerlo?
El bufido de frustración que soltó me encogió aún más. Le di la espalda en un intento por ocultar todo lo que ya había visto.
¿Cómo iba a mirarle a los ojos ahora? ¿cómo iba a sentarme a cenar con él después de esto?
¿Cómo, si había cruzado la línea de lo permitido?
¿Y qué era lo permitido?–Lárgate.
Pese a haber disfrutado el momento, experimenté una mezcla de vergüenza y arrepentimiento. Porque esto lo cambiaba todo, porque me dejaba expuesta y vulnerable. Porque yo no me dejaba llevar.
«Vamos, Sofía. Desde que conociste a Alexander has perdido la cordura y te has dejado llevar sin pensar en el después»
Aún con la respiración agitada y el corazón latiendo a mil, tomé fuerza de donde no había para recoger el sostén.
Volví a alzar los ojos y me encontré con su mirada aún nublada, pero al sentir el primer escalofrío que congelaba todo a mi alrededor tuve que apartarlos de inmediato. Me mataba no ser capaz de hablar y verle tan tranquilo.
–Es importante, señor.
La puerta se abrió poco a poco y escondí la prenda a mi espalda. ¿De qué servían ocultar las evidencias si el aire tenía impregnado un olor distinto, de esos que rebelaban mucho?
–Disculpen la interrupción –continuó Tom, ganándose una mala mirada de su jefe–. Pero su madre está furiosa porque la reservación del hotel no era la que quería.
«Marisa».
–Soluciónalo. Estoy ocupado.
–Exige que usted la atienda –observó el lugar como si estuviese buscando alguna prueba contundente.
–¿Qué parte de: "estoy ocupado" no entiendes?
Incómoda, apreté los labios sin dejar de balancearme.
–Señor, pero..., su madre quiere...
–Me vale una mierda lo que ella quiera en estos momentos –fija su mirada en el valle de mis senos, dejándome sin aire–. Dile que aproveche su viaje para conseguir a un árabe y que se quede a vivir allí.
–¡Alexander! –la voz me hizo retroceder, pero todo tuvo sentido al reparar en el teléfono que sostenía el mayordomo–. ¿Se puede saber qué es más importante que atender a tu madre?
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Fuera de Juego
RomanceElla, una pianista romántica y soñadora. Él, un futbolista famoso y mujeriego incapaz de amar. Un encuentro fortuito que une a dos mundos tan diferentes como el silencio de una sala de conciertos y el rugido de un estadio. Detrás de la sonrisa perfe...